Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas
ISSN versión electrónica: 2174-0135
ISSN versión impresa: 2386-6926
Depósito Legal: MA 2135-2014
Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll
Paloma Bravo, L'Espagne des favoris (1598-1645). Splendeurs et misères du Valimiento, Presses Universitaires de France, Paris, 2010, 2ª ed. y tirada, 207 págs.
Susana Grohe
ABSTRACT: Libro dedicado al estudio de los validos, en el que Paloma Bravo-Blondeau, catedr�tica de la Universidad de la Borgo�a y especialista en la civilizaci�n del Siglo de oro espa�ol, se mueve con una soltura literaria extraordinaria y es capaz de extraer las esencias conceptuales de otras monograf�as y a la vez aterriza en la literatura pol�tica de los siglos XVI y XVII con una elegancia fuera de lo com�n y sin incurrir en los defectos del libro sobre los validos coordinado y dirigido por Jos� Antonio Escudero L�pez, donde aparecen los espeluznantes plagios de Ignacio Ruiz Rodr�guez.
PALABRAS CLAVE: Paloma Bravo, John H. Elliott, Geoffrey Parker, Bartolom� Bennassar, Henry Kamen, Joseph P�rez, Pierre Vilar, Pierre Chaunu, Jos� Antonio Maravall Casesnoves, Alfonso Garc�a-Gallo, Jes�s Lalinde Abad�a, Francisco Tom�s y Valiente, Jos� Mar�a P�rez Collados, Plagios, Plagiones, Validos, Ignacio Ruiz Rodr�guez, Jos� Antonio Escudero L�pez, Universidad de la Borgo�a, Siglo de Oro, Conde duque de Olivares, el corrupto Lerma.
Los validos es una tem�tica fascinante de historia pol�tica y de historia jur�dica que ha dado lugar a numerosas contribuciones en los �ltimos a�os. Las figuras estelares a nivel mundial para los siglos XVI y XVII espa�oles contin�an siendo sin duda John H. Elliott, Geoffrey Parker, Bartolom� Bennassar, Henry Kamen y Joseph P�rez, siguiendo la estela que dejaron sabios tan significativos como Fernand Braudel (1902-1985), Marcel Bataillon (1895-1977), Pierre Chaunu (1923-2009) y Pierre Vilar (1906-2003), quien con su Catalu�a en la Espa�a moderna quiz�s haya escrito la mejor obra con diferencia publicada en el siglo XX y en todo lo que llevamos del XXI de Historia moderna espa�ola, habida cuenta de que S�ville et l�Atlantique es en propiedad una obra de historia de Am�rica.
Es asombroso pero real que desde Inglaterra, Estados Unidos y Francia se haya estudiado con un rigor y con un m�todo la historia institucional espa�ola de la Edad Moderna sin parang�n y sin que aqu� en el suelo espa�ol las instituciones pol�ticas hayan ido capaces de ser tan profundamente alumbradas y con esa claridad meridiana con que lo han hecho otros fuera de las fronteras nacionales. Quiz�s los �nicos que pod�an competir con estos investigadores en lengua inglesa y francesa ya han desaparecido. Me estoy refiriendo a Jes�s Lalinde Abad�a (1920-2007), quien hizo muy sugerentes afirmaciones sobre el Estado en un encuentro cient�fico celebrado en Marbella , aunque no vio conveniente hacerse eco de la genial frase de Friedrich Schiller: ��C�mo puedo yo reconocer el mejor Estado? De la misma forma como t� puedes reconocer a la mejor mujer�; y, adem�s, vuelvo igualmente mis ojos hacia las p�ginas escritas por Jos� Antonio Maravall Casesnoves (1911-1986), doctor en Derecho y catedr�tico de Historia del pensamiento pol�tico y social espa�ol en la Facultad de Ciencias Pol�ticas de la Universidad de Madrid, luego denominada Complutense. Maravall ha sido en Francia el modernista espa�ol m�s reconocido, un hombre de cultura amplia, de sutil�sima pluma, de observaciones inteligentes, de sosegadas afirmaciones, de insinuantes ideas, de variables valoraciones conforme iba cambiando el modo de pensar de los espa�oles y evolucionando el sistema dictatorial vigente. Gracias a Maravall las ideas pol�ticas y las instituciones espa�olas de la Edad Moderna han tenido en Europa y en Estados Unidos de Am�rica un referente nacional carpetovet�nico del que los espa�oles estaban tan faltos. Adem�s Lalinde ha sido el constructor te�rico con la cabeza mejor amueblada a la hora de analizar los grandes problemas de las instituciones pol�ticas de la Corona de Arag�n en los siglos XVI al XVIII. Ha habido otros como Alfonso Garc�a-Gallo (1911-1992) que han tenido proyecci�n cient�fica en lo atinente a las instituciones pol�ticas modernas, pero no ha sido en la Europa culta (Alemania, Francia, Italia, Gran Breta�a), sino en una Am�rica quiz�s menos ilustrada: Per�, Ecuador, Venezuela, Argentina, Bolivia, etc., y a Garc�a-Gallo no se le ve�a en las grandes Universidades de EE.UU. y Canad�: Harvard, Stanford, Yale, Columbia, Berkeley, Toronto, McGill, Laval, etc. Francisco Tom�s y Valiente (1932-1996) (a quien Bartolom� Clavero ha dedicado una biograf�a intelectual impresionante, bien informada, inteligentemente construida, con un texto de dif�cil lectura en el que Clavero prueba su superioridad y la de Tom�s y Valiente), Benjam�n Gonz�lez Alonso, Jos� S�nchez-Arcilla, Jos� Mar�a Garc�a Mar�n y Jos� Mar�a P�rez Collados son cinco referentes que no pueden dejarse en el olvido, como ejemplos del buenhacer universitario en el estudio de las Instituciones pol�ticas modernas. Hay otros que han ido a formarse en el n� 3 de la calle Trinidad de una capital de provincia espa�ola de menos de cien mil habitantes en vez de ir a Heidelberg, Bolonia, Tilburgo, Leiden y Par�s II por solo se�alar algunas Facultades de Derecho europeas reconocidas. Y, por �ltimo, hay unos cuantos que habr�a que proponerlos para un doctorado honoris causa por la Universidad de Santo Toribio de Mogrovejo, por la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Cat�lica de Pelotas o por cualquiera de dos de las cuatro peores Universidades p�blicas italianas, las de Messina y Macerata.
El libro de Paloma Bravo-Blondeau, catedr�tica de la Universidad de la Borgo�a y especialista en la civilizaci�n del Siglo de oro espa�ol, es un ensayo bien perge�ado. Con Youssef El Alaoui, Rica Amran y Anne Milhou, la Dra. Bravo public� en 2004 Autour de Charles Quint. Textes et documents. En 2008 vio la luz la edici�n que hizo de las actas del Congreso Identit�s nationales, identit�s r�gionales, publicado en Dijon. Tambi�n ha ilustrado a la comunidad cient�fica de los modernistas con estudios sobre la Inquisici�n, sobre Quevedo, sobre Calder�n de la Barca y sobre los conceptos de Imperio, Reino y Cortes en el programa pol�tico de los revolucionarios de las Comunidades de Castilla.
Bravo-Blondeau es de una elegancia a la hora de escribir extraordinaria, de una exquisitez y de un dominio de la lengua francesa que hace a la lectora de sus libros levantarse del asiento en se�al de agradecimiento. Paloma Bravo es la ant�tesis de una chafalmejas. El kontrapunk por cierto, en �mbito del valimiento, habr�a que encontrarlo en el cap�tulo que, en el libro sobre los validos dirigido por Jos� Antonio Escudero L�pez, escribi� Jos� Ram�n Rodr�guez Besn�, �Crisis y quebranto pol�tico del noveno conde de Oropesa� (pp. 573-581). Dif�cilmente puede encontrarse una cosa peor escrita sobre los validos, y sin duda esas p�ginas son una deshonra para los condes de Oropesa. Adem�s, asombrosamente al noveno conde de Oropesa lo hace fallecer en la ciudad condal el 23 de diciembre de 1787 (p. 581). Eso supondr�a que el susodicho conde habr�a vivido m�s de 150 a�os. Sin entrar en mayores consideraciones basta leerse este art�culo y comprobar el estilo de documentos encadenados, de cuya transcripci�n habr�a mucho que decir, y sobre cuya admisi�n a la obra habr�a tambi�n mucho que advertir al editor de la misma. En cualquier caso, este libro, editado por Escudero L�pez, me parece el mejor que se ha escrito sobre el conjunto de los validos hasta ahora, si l�gicamente prescindimos del trabajo de Besn� y del de Ignacio Ruiz Rodr�guez (art�culo vengativo y deshonroso para Don Juan Jos� de Austria y Arag�n, que no era un principote), sobre el que hay cumplida informaci�n en varios lugares en Europa y en Am�rica y est� publicada recensi�n con cotejo plagiario que, en la versi�n electr�nica de la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos de la Pontificia Universidad Cat�lica de Valpara�so, es f�cilmente localizable con indicaci�n de los nombres Ruiz Rodr�guez & plagios & deshonra & Juan Jos� de Austria & Jos� A. Escudero (no como copi�n, sino como editor) & Pa�ses Bajos & esc�ndalo & copiones & Hierrezuelo Conde (en este caso �ltimo como autor no del plagio, sino del descubrimiento del mismo y del cotejo). Para que se vea de una forma pr�stina la entidad plagiaria del caso, reproducimos tres ejemplos de los varios que recoge Guillermo Hierrezuelo en la mencionada revista chilena que son una muestra espeluznante y de una enormidad monstruosa sobre c�mo se trabaja por parte de algunos o se trabajaba en la escuder�a, donde l�gicamente hay tambi�n gente cient�ficamente seria. En ni un solo momento se cita a Ribot, ni una sola comilla. Se plagia limpiamente. Veamoslo:
2.a) �[...] naci� en el barrio madrile�o de Leganitos, el 7 de abril de 1629. Por encargo de su padre fue criado en Oca�a y recibi� una esmerada educaci�n. Normalmente, su destino, al igual que el de los otros hijos naturales del monarca, hubiera sido la carrera eclesi�stica, como titular de alguna di�cesis; sin embargo, por iniciativa, al parecer, del conde-duque de Olivares, deseoso de legitimar a su bastardo Juli�n, fue reconocido por Felipe IV en mayo de 1642 y, en 1643, se le puso casa, recibiendo el tratamiento de �serenidad�. Nombrado gran prior de la orden de San Juan de Jerusal�n en Castilla y Le�n, pas� a residir en Consuegra, sede del priorato� (Ribot, 1993, p. 74).
2.b) �[...] nac�a en el barrio madrile�o de Leganitos, el 7 de abril de dicho a�o. Por encargo de su padre fue criado en Oca�a y recibi� una esmerada educaci�n. Normalmente su destino, al igual que el de los otros hijos naturales del monarca, hubiera sido la carrera eclesi�stica, como titular de alguna di�cesis; sin embargo, por iniciativa, al parecer, del Conde-Duque de Olivares, deseoso de legitimar a su bastardo Juli�n, fue reconocido por Felipe IV en mayo de 1642 y, en 1643, se le puso casa, recibiendo el tratamiento de �serenidad�. Nombrado gran prior de la orden de San Juan de Jerusal�n en Castilla y Le�n, pas� a residir en Consuegra, sede del priorato� (Ignacio Ruiz Rodr�guez, en edici�n, selecci�n y coordinaci�n cient�fica y acad�mica de Jos� Antonio Escudero L�pez, 2004, p. 412).
4.a) �En 1656 fue nombrado gobernador general de los Pa�ses Bajos, coincidiendo con los a�os finales de la guerra hispano-francesa. En esta ocasi�n, ciertamente, no le acompa�aron los �xitos militares y no tuvo buenas relaciones con los otros dos importantes generales de las tropas hispanas en Flandes: el marqu�s de Caracena y el pr�ncipe de Cond�. No hay que olvidar, sin embargo, que la escasez del dinero y la inferioridad num�rica del ej�rcito hispano frente al franc�s hac�an muy dif�cil la actuaci�n de don Juan en Flandes. Meses antes de la paz de los Pirineos, en marzo de 1659, Felipe IV le encomend� el mando supremo del ej�rcito que operaba en Portugal; aqu� altern� victorias y derrotas hasta 1664, pero, al igual que en los Pa�ses Bajos, no logr� cambiar el rumbo de la guerra, claramente negativo para Espa�a� (Ribot, 1993, p. 75).
4.b) �[...] en 1656 fue nombrado gobernador general de los Pa�ses Bajos, coincidiendo con los a�os finales de la guerra hispano-francesa. En esta ocasi�n, ciertamente, no le acompa�aron los �xitos militares y no tuvo buenas relaciones con los otros dos importantes generales de las tropas hispanas en Flandes: el marqu�s de Caracena y el pr�ncipe de Cond�. No hay que olvidar, sin embargo, que la escasez del dinero y la inferioridad num�rica del ej�rcito hispano frente al franc�s hac�an muy dif�cil la actuaci�n de don Juan en Flandes. Meses antes de la paz de los Pirineos, en marzo de 1659, Felipe IV le encomend� el mando supremo del ej�rcito que operaba en Portugal; aqu� altern� victorias y derrotas hasta 1664, pero, al igual que en los Pa�ses Bajos, no logr� cambiar el rumbo de la guerra, claramente negativo para Espa�a� (Ignacio Ruiz Rodr�guez, en edici�n, selecci�n y coordinaci�n cient�fica y acad�mica de Jos� Antonio Escudero L�pez, 2004, p. 421).
5.a) �En los �ltimos a�os de vida de Felipe IV, don Juan pretendi� [...] un mayor reconocimiento por parte de su padre, solicitando, por ejemplo, plaza permanente en el Consejo de Estado, el t�tulo de infante, que implicar�a su legitimaci�n, o, cuando menos, la condici�n de grande de Espa�a. El rey parec�a haber perdido buena parte de su confianza en �l, aparte el hecho de que, demasiado influido por sus remordimientos, ve�a en don Juan el fruto de �las travesuras de su mocedad�. Felipe IV comenzaba a temer la excesiva ambici�n de su hijo, quien �seg�n algunos autores� so�aba con una corona y lleg� a sugerir al monarca su boda con la infanta Margarita. Deseoso de frenar sus ambiciones de cara a la inminente regencia, Felipe IV, siguiendo el consejo del emperador Leopoldo, le ofreci� altos cargos eclesi�sticos como la mitra de Toledo o el puesto del inquisidor general, propuestas que no agradaron a don Juan� (Ribot, 1993, p. 76).
5.b) �En los �ltimos a�os de vida de Felipe IV, don Juan [...] pretendi� [...] un mayor reconocimiento por parte de su padre, solicitando, por ejemplo, plaza permanente en el Consejo de Estado, el t�tulo de infante, que implicar�a su legitimaci�n, o, cuando menos, la condici�n de grande de Espa�a. El rey parec�a haber perdido buena parte de su confianza en �l, aparte el hecho de que, demasiado influido por sus remordimientos, ve�a en don Juan el fruto de las travesuras de su mocedad. Felipe IV comenzaba a temer la excesiva ambici�n de su hijo, quien �seg�n algunos autores� so�aba con una corona y lleg� a sugerir al monarca su boda con la infanta Margarita. Deseoso de frenar sus ambiciones de cara a la inminente regencia, Felipe IV, siguiendo el consejo del emperador Leopoldo, le ofreci� altos cargos eclesi�sticos como la mitra de Toledo o el puesto del Inquisidor general, propuestas que no agradaron a don Juan� (Ignacio Ruiz Rodr�guez, en edici�n, selecci�n y coordinaci�n cient�fica y acad�mica de Jos� Antonio Escudero L�pez, 2004, pp. 421-422).
Se observar� que es un plagio metaf�sicamente perfecto, sin doblez, ni enga�o, mejor dicho enga�ando a Dykinson y a Espasa Calpe, cont�ndoles un cuento chino a la primera. Pero es que, a pesar de los plagios de este Ruiz Rodr�guez, ese trabajo sigue siendo mejor que el de Besn�. Si a esta obra se le quita, como acabamos de indicar, el art�culo de Rodr�guez Besn�, el de Ruiz Rodr�guez, el de Su�rez si no lo ampl�a (5 p�ginas y media, sin una sola cita, y escritas a vuelapluma sobre cuesti�n tan significativa como los or�genes del validaje, y al que hay que a�adirle un p�rrafo al final que no estaba en la primera redacci�n), y si se revisan a fondo los de Mar�a del Carmen S�enz Berceo, Mar�a del Camino Fern�ndez Gim�nez y Mar�a Teresa Manescau Rodr�guez en los que puede haber sorpresas (�Quiten Vd. los acentos indebidamente puestos!, aun no siendo esa la cuesti�n principal, porque tambi�n aparecen de vez en cuando garruler�as incomprensibles, y eso que yo no me considero latitudinaria), y se armonizan y unifican los modos de citaci�n ya que cada autor lo hace a su manera y el editor deber�a ser consciente de que en los libros colectivos hay que ser pajolero/a con gracia e inteligenciando para aplicar lo que los franceses denominan el remaniement y el adoucissage, ser�a sin duda, a mi modesto entender, el mejor libro sobre Validos publicado en Espa�a y en Europa en los �ltimos cuarenta a�os.
Animamos, por otro lado, a Guillermo Hierrezuelo Conde que tenga la valent�a de que ya que ha rectificado las recensiones del libro sobre los validos, del libro de Camino Fern�ndez Jim�nez y ahora del Protonotario de Baltar en esta misma sede, respondiendo al mismo esp�ritu de purificaci�n cient�fica y de servicio a la Humanidad y al Derecho, revise y publique, si encuentra irregularidades, las rectificaciones de varias de las recensiones que vemos en su curriculum, por ej., de las siguientes obras: Javier Alvarado (ed.), Historia de la literatura en la Espa�a del Antiguo R�gimen, vol. I, Madrid, 2000, 647 p�gs., publicada en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 561-567; Javier Alvarado Planas, El problema del germanismo en el Derecho espa�ol. Siglos V-XI, Marcial Pons, Madrid, 1997, 272 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 567-569; Manuel Aranda Mend�az, El Tribunal de la Inquisici�n de Canarias durante el reinado de Carlos III, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2000, 414 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 569-571; Jos� Antonio Escudero, Administraci�n y Estado en la Espa�a moderna, Junta de Castilla y Le�n, Consejer�a de Educaci�n y Cultura, Valladolid, 1999, 638 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 587-595; Ricardo G�mez-Rivero (ed.), El Tribunal del jurado en Albacete (1888-1936), Albacete, 1999, 280 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 603-606; Jos� Ram�n Rodr�guez Besn�, El Consejo de la Suprema Inquisici�n. Perfil jur�dico de una Instituci�n, Editorial Complutense, Madrid, 2000, 283 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXII (2000), pp. 644-645; Javier Alvarado Planas, Constitucionalismo y codificaci�n en las provincias de Ultramar. La supervivencia del Antiguo R�gimen en la Espa�a del siglo XIX, Centro de Estudios Pol�ticos y Constitucionales, Madrid, 2001, 344 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXIII (2001), pp. 653-656; Javier Alvarado Planas et alii, Temas de Historia del Derecho y de las Instituciones, Madrid, UNED, 1999, 757 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXIV (2002), pp. 429-433; Isabel Mart�nez Navas, Gobierno y Administraci�n de la ciudad de Logro�o en el Antiguo R�gimen (Ordenanzas municipales de los siglos XVI y XVII), Madrid, INAP, 2001, 448 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXIV (2002), pp. 445-447; Jos� Antonio Escudero, Curso de Historia del Derecho. Fuentes e instituciones pol�tico-administrativas, Madrid, 2003, 985 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXVI (2004), pp. 626-630; Eduardo Galv�n Rodr�guez, Consideraciones sobre el proceso recopilador castellano, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2003, 201 p�gs., en la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXVI (2004), pp. 636-639; Mar�a Dolores del Mar S�nchez Gonz�lez, La codificaci�n penal en Espa�a: los c�digos de 1848 y 1850, Bolet�n Oficial del Estado, Centro de Estudios Pol�ticos y Constitucionales, Madrid, 2004, 453 p�gs., en Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, XXVII (2005), pp. 601-604. La escuder�a nunca le agradeci� los servicios prestados a su principal botafumeiro y panegirista a capillis usque ad ungues. Ha llegado la hora de que descubra todo lo que sabe sobre los anacronismos brunnerianos y sobre los plagios de proyectos docentes e investigadores, poni�ndose en contacto con fuentes solventes de Sevilla, Valencia, Santiago de Compostela, Madrid, Gerona, M�laga, etc., y principiando por acercarse a la reedici�n de Heinrich Brunner, Deutsche Rechtsgeschichte, Duncker und Humblot, Berlin, 1958 y 1961, y tras leerse esos dos tomos, ir descubriendo tantas cosas, como tambi�n en otros lugares.
Paloma Bravo centra, desde las primeras l�neas, la teor�a del valimiento, los valores de la monarqu�a cat�lica, la emergencia de los validos, la dif�cil distinci�n terminol�gica entre valido, privado, secretario del rey y primer ministro. A la hora de presentarnos la figura, los cometidos y competencias de Francisco G�mez de Sandoval y Rojas (1552-1625), sigue sin duda los dos estudios del cuarto conde de Lerma de Jos� Antonio Escudero y de Ricardo G�mez Rivero, quien era de la escuela del propio Escudero pero que la abandon� harto ya de felicianos y de caminantes. Sin duda, son Escudero y G�mez los que con profundidad han estudiado a Lerma, aunque Escudero es asombroso, ya que el mismo trabajo dedicado a los poderes de Lerma lo publica tres veces, primero en el homenaje a Alfonso Garc�a-Gallo, luego en un libro suyo editado en Valladolid y la tercera en esta obra colectiva por �l dirigida sobre los validos. �Las mismas p�ginas y el mismo contenido! � Mon Dieu, filoutage, filouterie ! �.
Escudero precisa con suma claridad errores de Gonz�lez D�vila y de Leopold von Ranke (para Ranke, el �Estado es el poder�), cuya obra sobre La monarqu�a espa�ola de los siglos XVI y XVII critica. Pero, mucho cuidado, 1�) Jos� A. Escudero recoge una idea que no es original suya sino de Francisco Tom�s y Valiente de lo que se percata perfectamente Paloma Bravo y 2�) que el traductor de la obra del alem�n al castellano es el habanero Manuel Mart�nez Pedroso (1883-1958). Es bien sabido que Pedroso hac�a traducciones del alem�n al espa�ol, pero a la remanguill�. Fue cient�ficamente el esc�ndalo de los esc�ndalos la que llev� a cabo de El Capital de Carlos Marx, hasta el punto que tuvo que hacerse otra y encarg�rsela al catedr�tico de Derecho Romano Wenceslao Roces Su�rez (1897-1992), un marxista aut�ntico sin doblez ni enga�o y el mejor traductor de los cl�sicos del marxismo leninismo al castellano. Sobre la volatilidad de Pedroso ya se pronunciaban desde Berl�n varios catalanes y madrile�os en las dos primeras d�cadas del pasado siglo XX. Pedroso da la impresi�n de que algunos intelectuales org�nicos y socialistas lo ten�an como un �fantasm�n�, aunque eso es opinable, pues Jos� A. Escudero acusaba a Alfonso Otero Varela (1925-2001), entre otras cosas, de � donner sur le casaquin � por la Rua do Villar (es conocida la pasi�n que algunos sienten � d�aimer la bouteille �, pero algunos lo hacen con desproporci�n y otros con la elegancia de sumiller del Ritz de Par�s con que eleva la copa, por ej., un afamado iushistoriador catedr�tico de una Universidad espa�ola cercana a la frontera francesa) e ignorar los fundamentos del Estado, y sin embargo el mejor constitucionalista europeo del siglo XX, Carl Schmitt (1888-1985), ve�a en Otero a un genio capaz de entender cuestiones que pasaban desapercibidas para muchos otros iushistoriadores del Derecho p�blico espa�ol y alem�n. Consecuentemente, lo de Pedroso es opinable, aunque son muchos los que opinan que sus traducciones del tudesco no son de recibo y no deben ser seleccionados sus productos, tan desaconsejados, por otra parte, desde la propia izquierda. Sobre ese tema basta con consultar las semblanzas que a Manuel Mart�nez Pedroso y a Wenceslao Roces Su�rez se les dedicaron en 2006 en el Diccionario cr�tico de juristas espa�oles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 1�, pp. 90-91, n� 567 y pp. 408-409, n� 903. Recientemente Jos� Manuel P�rez-Prendes y Mu�oz de Arrac� se ha pronunciado sobre la traducci�n de Mart�nez Pedroso sobre el libro de Ranke, en contraste con el valor de las traducciones de W. Roces. Puede verse en el art�culo de P�rez-Prendes, �Algo m�s acerca de los perfiles conceptuales de la monarqu�a hisp�nica�, en Foro. Revista de Ciencias Jur�dicas y Sociales, 10 (2009), p. 19-20, en nota; en su art�culo (pp. 13-32) no cita en ning�n momento a Escudero.
Sin necesidad de avinagrar innecesariamente esta recensi�n, a�adiremos que la publicaci�n en 2010 del libro de Alfredo Alvar Ezquerra, sobre el Duque de Lerma, que subtitula Corrupci�n y desmoralizaci�n en la Espa�a del siglo XVII, anula pr�cticamente todo lo escrito hasta ahora sobre Lerma, por Escudero, G�mez Rivero, Paloma Bravo (pp. 46 a 79, quien sobre Lerma escribe con un charme superior al de estos dos primeros, aunque los problemas jur�dico-p�blicos est�n mejor resueltos por G�mez y J. A. Escudero), Antonio Feros, John H. Elliott, y con seguridad tendr� ahora todo que contemplarse a la luz de lo que sobre Francisco G�mez de Sandoval Rojas (1552-1625) ha escrito Alvar. Lerma fue un corrupto de grado superlativo, que Alvar ubica en la historia como creador de �un subsistema amoral�. Paloma Bravo, al estudiar a Gaspar de Guzm�n Pimentel, conde-duque de Olivares, lo hace en la senda de John H. Elliott y de Antonio Dom�nguez Ortiz, resaltando su inmenso poder y su ca�da oficial en desgracia el 24 de enero de 1643.
Dedica adem�s Paloma Bravo una parte importante de su libro a los discursos te�ricos sobre el valimiento y a un examen de las teor�as de Baltasar �lamos de Barrientos, Pedro Fern�ndez de Navarrete, Mart�n Gonz�lez de Cellorigo, Gaspar Guti�rrez de los R�os, Francisco de Quevedo y Mateo Renzi, entre otros.
Unas tablas y ap�ndices cronol�gicos completan la obra de P. Bravo, viniendo precedidos de unas conclusiones, en las que siguiendo a un cl�sico, Jos� La�nez, llega a la calificar al valido como �un rey sin corona� (p. 157). [Recibido el 11 de febrero de 2011].
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