Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas


ISSN versión electrónica: 2174-0135
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Depósito Legal: MA 2135-2014

Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll


Martial Mathieu y Patricia Mathieu, Histoire des institutions publiques de la France. Des origines franques á la Révolution, Presses universitaires de Grenoble, Grenoble, 2008, 202 págs.

Guillermo Hierrezuelo Conde

ABSTRACT: Comentario de un manual al uso de los estudiantes de la asignatura de Historia de las instituciones pol�ticas francesas desde sus or�genes hasta la revoluci�n de 1789. Sobre esa misma materia existen numerosos manuales en Francia que centran su atenci�n en las instituciones pol�ticas antes y despu�s de la Revoluci�n. Son obras claras, precisas, inteligentemente estudiadas para la comprensi�n de la realidad del Derecho p�blico hist�rico galo. Y, por supuesto, no carentes de sex-appel. Los anacronismos brunnerianos son infrecuentes en este tipo de manuales franceses, por estar construidos de manera distinta a como se han escrito en Espa�a algunos cursos de Historia del Derecho.

PALABRAS CLAVE: Martial Mathieu, Patricia Mathieu, Historia del Estado, Francia.

La historia pol�tica del reino de Francia ha tenido como referencia principal las reminiscencias del Imperio romano. De hecho, en materia pol�tica, como en otras muchas materias, las instituciones del Imperio romano han sido objeto de admiraci�n para los pueblos que le sucedieron, como los b�rbaros. Efectivamente, en el Renacimiento se consideraron las instituciones romanas como una referencia ideal, el r�gimen providencial querido por Dios. En Roma el tr�nsito del r�gimen olig�rquico de la Roma republicana a la monarqu�a absoluta del bajo Imperio supuso un cambio importante. En el primero de ellos, las instituciones de la Rep�blica fueron asumidas por los patricios, y la ciudad estaba gobernada por un consejo aristocr�tico, el Senado, los magistrados y los comicios. La historia de la Rep�blica estuvo marcada por la lucha entre la plebe y los patricios.

Tras los fracasos de Julio C�sar y de Marco Antonio, el vencedor de las guerras civiles, Octavio, al que el Senado le confiri� el t�tulo de Augusto, se present� como el salvador de la Rep�blica. De esta forma, concentr� en sus manos, con la bendici�n del Senado, todas las prerrogativas. En efecto, Augusto y sus sucesores adoptaron el t�tulo de Pr�ncipes, es decir, el �primero� de los ciudadanos, que ilustraba su voluntad de la continuidad republicana. En el Imperio los disc�pulos de Cristo difundieron por todo el territorio la palabra de Dios y los cristianos se agruparon en Iglesias locales, formando una Iglesia universal. Durante su reinado Constantino (306-337) dict� en el 313 d. C. el edicto de Mil�n, que prohib�a la persecuci�n de los cristianos. M�s tarde, en el siglo IV se confiri� a la Iglesia un lugar eminente en el Imperio. Ciertos autores cristianos consideraban al Emperador romano como un instrumento de la providencia divina, que permit�a la difusi�n del mensaje evang�lico y se presentaba como el intermediario hacia el reino de los cielos. Con los tiempos, el Imperio devino en una monarqu�a militar. De esta forma, el emperador s�lo conservaba su legitimidad si sal�a victorioso. De hecho, los emperadores en esta �poca brillaban por sus cualidades de jefes militares.

Los reyes merovingios (481-751) fueron los primeros que intentaron imitar el modelo romano (pp. 27-28). La dinast�a merovingia conoci� su apogeo en el siglo VII, si bien en el per�odo 613-751 comenz� el declive de la misma. Los carolingios reinaron en el per�odo 751-987, no obstante a partir de la segunda mitad del siglo IX comenz� el declive del poder carolingio. En realidad, el reinado merovingio fue fruto de una s�ntesis m�s o menos armoniosa entre el modelo romano y la tradici�n germ�nica. Este modelo romano inspir� las relaciones entre los merovingios y la Iglesia. La concepci�n de poder real y las modalidades de ejercicio de este poder marcaron esta doble influencia. La voluntad de prolongar el Imperio romano se reforz� con la conquista de las regiones fuertemente romanizadas del sudeste de Gales (p. 39). El pueblo merovingio encontr� en las instituciones del Imperio romano el modelo de un poder absoluto, concentrado en manos de un monarca. De este modo, los merovingios restringieron notablemente las asambleas populares de origen germ�nico. La Iglesia conserv� la organizaci�n establecida en el Imperio romano, basada en la autoridad de un obispo (episcopus). Asimismo, el territorio del reino estar�a dividido en di�cesis, agrupadas a su vez en provincias eclesi�sticas.

Las instituciones carolingias supusieron en el siglo VII un renacimiento de la cultura romana (751-987). Aunque Carlomagno se presentaba como un nuevo Constantino, el Imperio que gobernaba era muy diferente al Imperio romano. Despu�s de la muerte de Carlomagno (814), su hijo Luis I el Piadoso abandon� los t�tulos reales para no conservar el t�tulo imperial. En realidad, los carolingios tuvieron que adaptar la administraci�n a las nuevas dimensiones del territorio que gobernaban (pp. 54-57).

La expresi�n Edad media representa el per�odo intermedio que separa la antig�edad de los tiempos modernos. El desmembramiento del imperio carolingio fue el germen de la Francia medieval. El establecimiento de los se�or�os se inspir� en el modelo pol�tico carolingio. La segunda mitad del siglo XI fue un per�odo en el que el orden se�orial fue restablecido por la Iglesia. En el siglo XIII, el rey de Francia era calificado de princeps in regno suo, y ten�a la consideraci�n de de �emperador en su reino�. Los primeros Capetos (987-1226), con el apogeo del poder se�orial, establecieron los primeros territorios del reino; pero desde 1226 a 1515, el reinado conoci� un crecimiento ca�tico, aunque decisivo. A los primeros Capetos le sucedieron desde Luis VI a Luis VIII.

M�s tarde, en la �poca que comprendi� desde el reinado de San Luis a Felipe, el Hermoso, se conocieron unos momentos de apogeo. Pero al final del reinado de este �ltimo monarca se inici� un per�odo de dificultad para el reinado, que abarcaba desde los �ltimos Capetos directos a Luis XII (1345-1515) (pp. 68-69). En el periodo comprendido entre 987 y 1226 se produjo la transici�n del orden se�orial a la monarqu�a feudal (pp. 71-98). El orden se�orial (987-1108) se caracteriz� porque todo el territorio del reino se encontraba bajo el yugo del se�or y la monarqu�a. En este poder se�orial, la dimensi�n militar se consideraba fundamental. A cambio de la fidelidad de su vasallo, el se�or se obligaba a protegerle, y en la pr�ctica el se�or confiaba tierra a sus vasallos.

Durante los Capetos, la monarqu�a conserv� las caracter�sticas sagradas que adquiri� durante la �poca carolingia. Pero la secularizaci�n de la Iglesia se acentu� con la instalaci�n de los poderes se�oriales. A finales del siglo XI, la Iglesia se reorganiz�, bajo la autoridad del Papa. En el siglo XII se produjo una evoluci�n decisiva, a consecuencia de los cambios econ�micos que precipitaron la desaparici�n del orden se�orial. El rey ten�a una dimensi�n religiosa que le distingu�a de otros pr�ncipes y de los se�ores. Los Capetos reforzaron su prestigio a trav�s de leyendas y s�mbolos, referentes a objetos divinos.

Los tres �ltimos siglos de la Edad Media constituyeron una �poca crucial en la historia pol�tica de Francia: el nacimiento de la naci�n de Francia, en el sentido moderno del t�rmino. Los Capetos establecieron la idea de un poder real absoluto, estableciendo el modelo del poder imperial. En esta �poca la Corona se presentaba con el car�cter de indisponible. En el siglo XIII, el �rgano colegial de consejo (la curia regis) se escindi� en dos formaciones: el consejo del reino (curia in consilio) y el Parlamento (curia in parlamento) (p. 116). Los siglos XIV y XV estuvieron marcados por sucesivas crisis, que sacudieron las instituciones eclesi�sticas.

Las instituciones modernas supusieron la superaci�n del modelo romano en el per�odo comprendido entre 1515-1789. Las guerras de religi�n crearon un contexto favorable para los que se opon�an al r�gimen vigente del Estado democr�tico, que tuvo como m�ximo representante a Luis XIV. En los siglos XVI y XVII, el poder real se impuso bajo la forma de la monarqu�a absoluta. En el siglo XVI la asamblea de los Estados generales sometieron el poder real al control pol�tico. Desde el reinado de Francisco I hasta Luis XIV, el Estado mon�rquico conoci� una �poca de caos, que se inici� con las guerras de religi�n. Tras la salida de las crisis que se sucedieron tras los a�os 1560, el poder real impuso el modelo de la monarqu�a absoluta, que tuvo su auge con el reinado personal de Luis XIV.

Durante la asamblea de los Estados generales de 1614-1615, el tercer estado propuso la consagraci�n del principio del Derecho divino del rey como ley fundamental. El apogeo de la monarqu�a absoluta, bajo el reinado personal de Luis XIV supuso la desaparici�n de todos los contrapoderes potenciales (p. 169). Por el contrario, los reinados de Luis XV y XVI representaron la crisis del Estado mon�rquico (1715-1789).

Martial Mathieu y Patricia Matheiu son docentes en la Facultad de Derecho de la Universidad Pierre-Mend�s-France (Grenoble II). [Recibido el 2 de febrero de 2011].



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