Revista Crítica de Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social


ISSN versión electrónica: 2173-0822


L’INCANTATION SADIENNE ENTRE LA FORCE ET LE DROIT SEGÚN STAMATIOS TZITZIS

Guillermo HIERREZUELO CONDE

Resumen: El pensamiento del Marqués de Sade es heredero de la Antigüedad, tanto de los materialistas como de los sofistas y el propio Epicuro, entre otros. Los personajes que aparecen en sus novelas en realidad recogen el propio pensamiento de su autor. De esta forma pretende denunciar los abusos del Antiguo Régimen y de un rey que no reina para el Pueblo, sino en su propio beneficio. Además, influido por el pensamiento presocrático considera que la naturaleza es la fuerza que todo lo crea, una energía capaz de generar además seres animados. Pero esta naturaleza representa un caos y un desorden existencial. El Marqués entiende que el estado originario de la naturaleza es el estado de anarquía, de exceso, de desmesura. Pero todo ello bajo la mirada de un materialismo ateo, que rechaza de forma rotunda la idea de un Creador divino. El continuo cambio de la naturaleza asegura al mismo tiempo la eternidad de la materia natural. En otro orden de cosas, el hombre debe imitar la naturaleza para asegurar su propia conservación, ya que la naturaleza es la que realmente inspira al hombre. Pero esta naturaleza tiene un rasgo muy distintivo: la crueldad. De hecho, perfila al hombre como un ser egoísta, cruel y sin piedad que legitima el crimen, pues así lo ha hecho la naturaleza. Pero este amoralismo sadiano no tiene como fundamento ningún principio racional ni razonable para justificar o explicar la maldad de los hombres. En sus escritos también se muestra vivo el nihilismo, en la medida en que concibe el Universo como una creación ex nihilo. Este nihilismo sadiano parte de un renacimiento continuo. Y ello hasta el punto de considerar al asesinato necesario para la salud de las Naciones, aceptando la impunidad del crimen como necesidad natural. De esta forma legitima la muerte, que considera como el más intenso de los placeres. Estos héroes sadianos muestran una filosofía amoral, que se guía por las pasiones y que vive sin serenidad moral alguna. En efecto, el hedonismo materialista constituye la esencia de la filosofía sadiana, que se fundamenta en el propio placer del hombre. En este universo sadiano, muy parecido al estado de naturaleza de Hobbes, reina la anarquía. En sus obras a menudo se hace eco de las ideas de Maquiavelo, manifestando que el fin justifica los medios. De este modo, los héroes sadianos experimentan un gran placer al violar las leyes, promoviendo la tiranía y el despotismo, alimentado por el hedonismo que propicia el ejercicio del poder y la autoridad sobre los demás. De hecho, Sade entiende que la moral es una invención humana creada por los más débiles. En realidad, este nuevo concepto le acerca al Superhombre, ideado por Nietzsche.

Palabras clave: Marqués de Sade, Sofistas, Epicuro, Platón, Hobbes, Nietzsche, Filosofía, Ontología, Moral, Derecho, fuerza.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Guillermo Hierrezuelo Conde (Diciembre 2017 - Marzo 2018): «L’INCANTATION SADIENNE ENTRE LA FORCE ET LE DROIT SEGÚN STAMATIOS TZITZIS», en Revista crítica de Historia Laborales y de la Política Social, n. 11 (Diciembre 2017 - Marzo 2018).

Las ideas del Marqués de Sade se muestran radicalmente contrarias a la doctrina y los propios sentimientos de la época, que pretenden dibujar un mundo idílico, bajo el pretexto del progreso y el bien del hombre. En realidad, Sade se presenta como heredero de los filósofos de la Antigüedad, no sólo de los materialistas, sino también de los sofistas y Epicuro. En efecto, la filosofía de Sade se fundamenta en la praxis. El pensamiento de Sade se desprende de sus novelas y sus ideas se encuentran trazadas en las mismas palabras de sus personajes, que experimentan numerosos cambios a lo largo de sus vidas. De esta forma, denuncia los abusos del Antiguo Régimen y de un rey que no reina para el Pueblo; por este motivo, el Marqués comienza a encarnar dos principios revolucionarios: el despotismo de la libertad y el dogmatismo de la razón. En realidad, el espíritu de Sade se muestra como universal y su obra es un testimonio sin ambigüedad, al tiempo que reta las reglas de la moderación en cualquier parte del mundo (p. 4). En otro orden de cosas, destaca que la naturaleza es la fuerza que todo lo crea, siguiendo el pensamiento presocrático. Pero para comprender la antropología de Sade y su existencialismo jurídico tenemos que acudir a la propia naturaleza. En los albores de la filosofía helénica, la Ontología se presentaba como el principal objeto de preocupación, es decir, el cosmos, la physis, el todo. En efecto, según los Antiguos, la Ontología es necesaria para comprender el mundo fenomenológico. El Marqués también defiende el pensamiento de Heráclito, que sostiene que: “el movimiento es el creador de toda la armonía en el mundo” (p. 8), si bien Sade parte de que la naturaleza en su estado originario está en estado de anarquía, de exceso, de desmesura. A diferencia del pensamiento de Heráclito, el movimiento de los contrarios en coexistencia crearía la armonía del mundo. En otro orden de cosas, Sade elabora un materialismo ateo: la idea de un Creador divino ha sido rechazada con gran rotundidad. Asimismo, concibe la naturaleza como una energía, una fuerza, capaz de generar seres animados. En este movimiento perpetuo, la naturaleza se autogenera para la transformación de sus propios elementos. Y este cambio asegura al mismo tiempo la eternidad de la materia natural. En efecto, el Marqués concibe una naturaleza en movimiento perpetuo, hostil a las relaciones equilibradas, según los criterios humanos. De esta forma, la naturaleza que concibe representa un caos y un desorden existencial. Estos dos elementos garantizarían su perennidad. Y el hombre debe imitar la naturaleza para asegurar su conservación, ya que en realdad la naturaleza es la inspiradora del hombre. De esta forma, Sade acoge un determinismo parecido en la moral a los estoicos: “vivir según la naturaleza”, que significa vivir según el equilibrio, y este es su ideal y su máxima. Pero su concepción de la naturaleza se concibe como distinta a la de los estoicos, ya que la naturaleza que perfila tiene un rasgo muy distintivo: la crueldad. De esta forma, configura al hombre como un ser egoísta, cruel y sin piedad, pues así lo ha hecho la naturaleza. La indiferencia muestra, en efecto, una cualidad fundamental de la naturaleza que reseña su carácter cruel y fundamenta la legitimación del crimen. Y esa crueldad es la misma esencia de la naturaleza para asegurar su buen funcionamiento, y la que garantiza al mismo tiempo el progreso de la cultura. De esta forma, la concepción sadiana de la naturaleza está disociada de toda idea de libre arbitrio y de libertad metafísica. Por otro lado, el amoralismo sadiano no encuentra fundamento en ningún principio racional ni razonable para justificar o explicar la maldad de los hombres. El gran principio sadiano que prevalece en su discurso sobre las intenciones de la naturaleza está vinculado al amoralismo natural (p. 27). Pero el nihilismo también está omnipresente en los escritos sadianos. De hecho, entiende que el Universo no es más que el efecto de una creación ex nihilo, y concibe el nihilismo dentro de la historia natural. En efecto, toda nueva creación natural es fruto de la ley de la destrucción, de la muerte. Este nihilismo sadiano parte de un renacimiento continuo. Y en la medida en que la muerte constituye un acto que consumaría la norma de la ley natural, sería insensato incriminar el homicidio, más bien lo contrario. De hecho, el asesinato se presenta como necesario para la salud de las Naciones, y habría otros crímenes más graves como el adulterio o la prostitución. De esta forma, acepta la impunidad del crimen como necesidad natural. Pero es evidente que la muerte supone una ruptura radical con las situaciones, las condiciones y las elecciones actuales. De esta forma, pretende legitimar la muerte e incitar al individuo a la carrera criminal. En este mismo aspecto, el Marqués de Sade considera que la muerte proporciona el más intenso de los placeres.

Los héroes sadianos se sitúan sobre la Tierra, en rechazo a Dios y juran infidelidad oculta a los hombres. Una vez declarada la muerte de Dios, ya pueden comenzar la carrera del crimen sin problema alguno. De esta forma, estos héroes muestran una filosofía amoral, que se guía por las pasiones y que viven sin serenidad moral alguna, traspasando en muchos casos los límites humanos. Estos héroes fijan las reglas del placer, la lujuria y el egoísmo y propician una tiranía de las pasiones. En efecto, el hedonismo materialista constituye la esencia de la filosofía sadiana, donde el hombre solo busca y persigue satisfacer sus propios placeres. Y ello se implanta tanto en la vida privada del individuo como en el espacio público, llegando de esta forma a instalarse en las estructuras políticas y jurídicas de una comunidad. De esta forma, los héroes sadianos se preparan para luchar contra toda conspiración y traición, favoreciendo la creación de un Derecho autoritario. Además, están conciliados con la idea de la muerte.

La igualdad natural se impone como un principio antropológico que domina el orden de las cosas, y por ende, de la cultura, de la civilización y de la historia. Y de los hombres más fuertes van a aparecer los señores o los estrategas, divinidades mortales, que son los creadores o los fundadores del mundo. Este universo sadiano es muy parecido al estado de naturaleza hobbesiano, en el que reina la anarquía. En efecto, los personajes de Sade se diferencian de otros déspotas que aparecen en el Léviathan de Hobbes, cuya actitud se fundamenta en la imposición del orden y la disciplina. Para salir indemnes de este estado de naturaleza, según Hobbes, los hombres estarían obligados a hacer concesiones, es decir, a renunciar al ejercicio de sus leyes naturales. Además, la filosofía sadiana elogia de forma constante la gloria de los señores, y a menudo se hace eco de las ideas propias de Maquiavelo: el fin justifica los medios. En efecto, entiende el Estado como una entidad que tiene su vitalidad en la fuerza que se le confía a los gobernantes. Estos héroes sadianos experimentan un gran placer al violar las leyes de la humanidad, que promueven la moderación y el diálogo. En consecuencia, este individualismo, radicalmente egoísta, utilitarista, narcisista y ambicioso, contradice el platonismo, que se fundamenta en la virtud, como condición indispensable de la bondad humana. A diferencia de Epicuro y los estoicos, que abogan por el hombre modesto y sereno que promueve el bien individual, Sade se muestra radicalmente contrario a este tipo de sujetos, promoviendo la tiranía y el despotismo, alimentado por el hedonismo que propicia el ejercicio del poder y la autoridad sobre los otros. El rey-filósofo y el señor sadiano pueden llegar a eliminar sin escrúpulos a cualquier individuo que ponga algún tipo de obstáculo a sus ambiciones, en cuanto que ambos se presentan como los detentores de la verdad del mundo. En efecto, reivindican que poseen la verdad universal que emana del funcionamiento del propio cosmos. El rey-filósofo se revela como un artista, en la medida en que es capaz de construir una ciudad perfecta en este mundo, una bella ciudad, la kallipolis, inspirada en la armonía del cosmos. Estos héroes sadianos se manifiestan contra Dios por preconizar un mundo bajo la anarquía y el desequilibrio. Además, pretenden invertir el orden y proponen una política amoral, fundamentada en la corrupción y el placer.

Las palabras de los personajes de Sade oponen la subjetividad de nuestras percepciones a la objetividad de las ideas trascendentes de Platón recogidas en La República. En efecto, lo que Sade califica de objetivo, es la imagen (eidolon) platónica, diferente de la opinión subjetiva de Platón o doxa. De esta forma, la realidad cósmica de las esencias platónicas contrasta con el antropocentrismo del Marqués. El Prometeo encadenado de Esquilo, precursor del lenguaje de Sade, transmite el mensaje de la redención universal a través del misterio del sufrimiento, análogo al de Cristo (p. 154). En efecto, el pensamiento sadiano comparte con la inspiración de Prometeo que el progreso del mundo necesita algo más que el Derecho, la violencia. Sade le atribuye a la moral una invención humana realizada por los débiles De esta forma, la presencia del mal, en la evolución del mundo, concilia la naturaleza y la cultura.

Stamatios Tzitzis considera que el Don Juan de Albert Camus, en su obra El mito de Sísifo, representa una prefiguración del héroe sadiano (p. 169). En efecto, este personaje muestra una moral contraria a la de la época, pasional, nihilista a la vez que egoísta y lujuriosa, desprovista de toda perspectiva metafísica, y que evoca un utilitarismo hedonista. Pero al mismo tiempo, Don Juan se encuentra sometido a la voluntad del hombre superior, a su arquetipo de Superhombre. Por otro lado, la estética sensualista de Don Juan pretende reivindicar un materialismo, que destruye al mismo tiempo la idea de Dios. Pero los héroes sadianos presentan una dimensión más trágica que la de Don Juan. En otro orden de cosas, la lógica sadiana parte de que la promoción de la jerarquía de clases tiende al totalitarismo más radical. Quizá por ello se manifieste contrario a la concepción de Robespierre sobre las pasiones.
En definitiva, a juicio del Marqués, la igualdad y la libertad, consideradas in abstracto, son incompatibles. La igualdad en Derecho, especialmente aquella descrita en la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano de 1789, supone la restricción de la libertad individual. De esta forma, Sade también asume en parte el concepto de Superhombre de Nietzsche. [Recibido el 24 de mayo de 2018].



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