Revista Crítica de Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social
ISSN versión electrónica: 2173-0822
Leopoldo Abadía El economista esperanzado. Manual de urgencia para salir de la crisis, Espasa, Barcelona, 2012, 191 págs.
Guillermo Hierrezuelo Conde
Resumen: La frase que resumiría esta obra es la manifestación que hace su propio autor, que afirma, refiriéndose a la actual crisis, «creo que esto empieza a remontar». La entrada de España en la Comunidad Económica Europea en 1986 supuso el comienzo del crecimiento en nuestro país, pero al mismo tiempo incrementó la inflación. Las actuales instituciones de la Unión Europea han supuesto un colchón de oxígeno para los críticos momentos. La fecha más importante fue el 12 de mayo de 2010, momento en el que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció un severo plan de ajuste. Pero la actual crisis tiene en realidad un carácter financiero. En el Estado español se ha visto incrementada por la corrupción política. En el sector educativo, Abadía propone una «hoja de ruta inamovible» con independencia del Gobierno. Con la llegada de Rajoy al Gobierno, tuvo que adoptar medidas como la reforma laboral y la subida de impuestos. A pesar de los inconvenientes, el autor se muestra partidario y defensor de Europa y de los eurobonos, pero adoptando medidas internas como la reducción de la estructura de las distintas autonomías, en especial en aquellas con más déficit como Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana o Andalucía. En otras palabras, el término clave sería “austeridad”, ya que en la actualidad estamos pagando ‒con intereses incluidos‒ la época de opulencia y de derroche, así como los 23.000 millones de Euros que ha costado el rescate de una entidad bancaria por todos conocida. Otras medidas necesarias, según su autor, serían: la revisión de las remuneraciones, las pensiones y las indemnizaciones, así como la creación del “banco malo”, medida esta última que ya se está llevando a cabo en España. Además, propone reducir las Diputaciones, fusionar ayuntamientos, la desaparición del Senado, así como cambiar el código de conducta de los Diputados.
Palabras clave: Economía, Crisis, España, Unión Europea, Política social, Euro.
Abadía considera a la economía como «el arma más prodigiosa creada por el ser humano» (p. 20), capaz de manipular a los ciudadanos, pero al mismo tiempo regenerar la sociedad. Desde este punto de vista, una economía deshumanizada se plantea como un error, pero también se puede utilizar para que la sociedad avance. Sin embargo, Abadía afirma de forma categórica: «creo que esto empieza a remontar y que, manteniendo la cabeza bien alta, tenemos motivos para salir de esta» (p. 14).
La entrada de España en la Comunidad Económica Europea en 1986 y la llegada del euro en 2002 trajeron consigo la desaparición de la peseta. Al mismo tiempo, Alemania se erigía como la gran potencia europea con el 30 por 100 del Producto Interior Bruto europeo. Pero la nueva moneda «fue un error, porque cada país era distinto, producía de manera distinta y tenía industrias distintas» (pp. 29-30), naturalmente según L. Abadía, pues muchísimos economistas opinan que la moneda única ha sido un aciertro incuestionable. No obstante, esto provocó una inflación en España al mismo tiempo que conseguía dinero prestado relativamente barato. Entre 1999 y 2001 se construyeron unas quinientas mil viviendas, y el precio de las viviendas, fundamentalmente en la zona costera, subió exponencialmente. A ello se le unieron los Fondos de Cohesión que pretendían aportar riqueza a los países del sur de Europa para lograr su desarrollo en su red de infraestructruras viarias, centros de enseñanza, empresas, etc., financiando hasta el 85 por 100 de los gastos públicos de un país. Pero la realidad fue que, desde 2008 hasta enero de 2012, más de ciento ochenta mil pequeñas y medianas empresas se vieron obligadas a cerrar sus puertas en España, a la vez que de forma aproximada unos trescientos mil autónomos.
En la actualidad, las principales instituciones europeas son las siguientes: el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y los gobiernos nacionales, que defienden sus propios intereses en el Consejo de la Unión Europea. Leopoldo Abadía se muestra a favor de la intervención de España por la Unión Europea, y del mantenimiento del euro a lo largo de estas páginas (p. 43). Apunta como fecha crucial el 12 de mayo de 2010, cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció un severo plan de ajuste, después de que Obama, la canciller Merkel y el vicepresidente chino le obligaran a tomar esta decisión. Pero sin duda «el origen de esta crisis está en la mala gestión de las entidades financieras» y un buen ejemplo de ello ha sido el fraude de las participaciones preferentes (pp. 45-47).
Otro gran problema de España ha sido y es la corrupción política, la carencia de moral y la falta de decencia y educación (pp. 55-68). El pilar básico para la educación empieza en la familia, ya que «la educación de los hijos es responsabilidad única y exclusiva de los padres» (p. 59). En este punto Abadía, bien distante de la tradición escolar francesa y que no habrá leído probablemente las obras de Jules-François-Camille Ferry (1832-1893), parece ignorar que el que fuera ministro de Instrucción pública francés y jefe de gobierno ya se encargó en su momento de que en la Ley de la enseñanza primaria gala quedara claro que la instrucción académica y la educación moral era competencia de la República, mientras que la enseñanza religiosa lo era de los padres y de las iglesias. En el ámbito educativo, L. Abadía propone el viejo lugar común de «establecer una hoja de ruta inamovible e invariable, no condicionada a los vaivenes de gobiernos, crisis, bonanzas y “chaladuras”» (p. 60).
Leopoldo Abadía resalta la idea de que el Estado de bienestar (pp. 83-95) o Welfare State no es gratis, ni la educación, ni tampoco la sanidad. No hay dinero porque nunca lo hubo, porque el que había ya está gastado o porque lo robaron (p. 87). Con la llegada al gobierno de Mariano Rajoy, España se encontraba inmersa en una de las peores crisis de su historia. Esta crítica situación propició que en sus primeros cien días hiciera una reforma laboral y propiciara la subida de todos los impuestos, pero al igual que sus antecesores en el gobierno falló en las explicaciones. En efecto, Abadía considera que «las cosas deben explicarse mejor», ya que, aunque las medidas adoptadas iban (según el particular criterio de Abadía y de los economistas al servicio de la derecha) en buen camino, el pueblo desconfía de las mismas (p. 95).
El autor se muestra un gran partidario y defensor de Europa (pp. 97-113), aunque ello haya supuesto y suponga una cesión de soberanía. Esta cesión ha permitido durante mucho tiempo una relativa estabilidad en España, pero que con la crisis se hace necesario un replanteamiento de cada autonomía y propone «hacer un Presupuesto Base Cero», es decir, «preguntarse qué estructura necesitaría cada autonomía si hoy la constituyéramos» (p. 103). De esta forma, eliminaríamos todo lo que sobra entre lo que hay y lo que debería haber. Además, se establecerían prioridades y una explicación pública del dinero que se gasta. No considera Abadía los eurobonos como la solución, aunque sí como una parte de la solución (p. 105), en la medida en que permitiría respirar a España porque facilita una bajada de la prima de riesgo y una deuda más barata, al mismo tiempo menores ajustes y medidas. Pero igualmente supone un perjuicio para Alemania ya que su deuda no sería tan rentable. Las Comunidades Autónomas con más déficit son Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana y Andalucía. En realidad, la única medida eficaz es el camino a la austeridad (p. 109), que se encuentra en el lado opuesto a la opulencia que se ha seguido en los años anteriores a la crisis, financiando obras innecesarias, que aún se están pagando, incluyendo los intereses. Y para reducir ese déficit se han tenido que bajar los gastos y subir los ingresos. A todo ello, se le suma que el rescate de Bankia ha supuesto 23.000 euros, y sin embargo apenas se han recortado las cuantías a los partidos políticos y sindicatos, aunque sí en sanidad y en educación.
Abadía propone una revolución financiera que implica varios presupuestos: revisión de las remuneraciones, las pensiones y las indemnizaciones; así como la inhabilitación perpetua para los máximos responsables de la banca (pp. 117-118). Otra medida a adoptar ‒y que ya se está aplicando en España‒ es la creación del "banco malo", sociedad independiente donde las entidades financieras trasladen sus activos tóxicos para obtener el máximo rendimiento y sin que ello afecte al resto del balance.
La reforma laboral ha sido otro aspecto muy controvertido (pp. 145-160). Hasta siete reformas laborales se han llevado a cabo desde aquella iniciada en los Pactos de la Moncloa en 1977. Años más tarde se aprobó el Estatuto de los Trabajadores. Después vino el “decretazo” de 2002 del gobierno autoritario de José María Aznar, al que le siguió el de Zapatero en 2011, este último tras la incapacidad de llegar a un acuerdo los sindicatos y los representantes empresariales. Abadía resume las medidas de la reforma laboral en cuatro puntos: 1) el abaratamiento del despido; 2) los incentivos a las personas para que contraten a otras y la regulación de las negociaciones intraempresariales; 3) la ayuda a la colocación de las personas sin empleo; y 4) la ayuda a la formación de las personas de la empresa y a las desempleadas (pp. 152-155).
Con este análisis económico, político y social propone una serie de medidas para hacer más llevadera la actual crisis: reducir las Diputaciones, fusionar ayuntamientos, la desaparición del Senado, así como cambiar el código de conducta de los Diputados (pp. 162-166). También propone que el Banco Central Europeo amplíe sus responsabilidades, y deje de preocuparse casi en exclusiva del control de la inflación (p. 181).
Abadía cuenta entre sus obras el best seller que lleva por título La Crisis Ninja. Este estudio, que le ha supuesto el Premio Espasa 2012, apenas profundiza en las distintas y muy diversas cuestiones que plantea ni aporta datos fiables que corroboren sus afirmaciones. Aunque con un lenguaje sencillo, claro y "de la calle" nos muestra el panorama que ha vivido España ‒y Europa‒ en las últimas décadas. Los suyos no son libros científicos en ninguno de los campos de la economía de la empresa, ni de la economía política, ni de la política social. No vemos que las publicaciones de Leopoldo Abadía vayan a hacer que entre a formar parte de los cien economistas más prestigiosos que ha tenido España en su historia, aunque probablemente si habrá ganado con sus publicaciones y sus conferencias más dinero que muchos de ellos. Leopoldo Abadía es un fenómeno mediático y, por tanto, transitorio, una estrella fugaz, que probablemente no tardará en apagarse. [Recibida el 2 de mayo de 2014].
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