Revista Crítica de Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social


ISSN versión electrónica: 2173-0822


Jean-Louis Clément, La collaboration des évêques (1920-1945), Les Indes savantes, Paris, 2011, 273 págs.

Guillermo Hierrezuelo Conde

Abstract: Esta obra analiza las relaciones entre el episcopado y el Estado francés en el período comprendido entre 1919 y 1945 y caracterizado por una dosis considerable de conflictividad. Era una época en la que predominó la crisis de Autoridad, que se vio acrecentada sobre todo por la ruptura unilateral precedente por parte del Estado del concordato con la Ley de separación de 1905, considerándose a partir de ese hito la religión como un asunto estrictamente privado. En esta época destaca el documento de 7 de mayo de 1919 que pretendía la regeneración de Francia tras la Primera Guerra Mundial. Además, la Iglesia católica en todo momento abogaba por la separación entre el mundo terrenal y el divino. El 23 de marzo de 1934, los cardenales y arzobispos publicaron una declaración relativa a la crisis de la autoridad del Estado, incidiendo en que la sociedad y el Estado estaban al servicio de la propia persona, y proclamando la dignidad humana. Por otro lado, el documento publicado el 31 de octubre de 1936 se refería a la conflictiva guerra civil en España. Pío XII demandaba el 10 de marzo de 1939 una subvención al Estado en favor de la enseñanza confesional, al tiempo que clamaba el restablecimiento de la moral en Francia. Por otro lado, los demócratas cristianos aceptaban la unión entre derechos civiles y derechos políticos, mientras la jerarquía católica en todo momento clamaba la obediencia al poder legítimo. En 1940 el Estado francés comenzaba a aceptar el catolicismo, a cambio de que la Iglesia asumiera el derecho del Estado a participar en el nombramiento de los obispos. Sin embargo, el Episcopado era reacio a aceptar la autoridad del Estado con una referencia explícita a Dios. El 23 de noviembre de ese mismo año, Francia restableció la enseñanza pública de la religión, recordando los deberes con Dios. Este dato puede dar la idea de que Francia nunca abandonó la idea de un acuerdo entre la Santa Sede y Francia. Por otro lado, la Charte du travail de 4 de octubre de 1941, del régimen dictatorial de Vichy, supuso la supresión de los sindicatos católicos y cristianos reformados y la de la Confederación de Sindicatos cristianos, de la misma manera que suprimió la Confédération Générale du Travail.

Palabras clave: Episcopado francés, Iglesia católica, Doctrina social de la Iglesia, Confederación de Sindicatos cristianos, Francia, 1920-1945.

En el periodo comprendido entre las dos guerras (1919-1939) quedó patente una crisis de Autoridad en Francia. Henri Lorin estimó, en 1914, que esta crisis de Autoridad encontraba sus orígenes en el siglo XVI, cuando se liberó al hombre de su origen divino y materializó al individuo, su naturaleza y su destino. Estas afirmaciones hay que entenderlas en la Europa en la que se producía, años más tarde, la revolución rusa de 1917. La Iglesia católica había establecido una separación entre el mundo terrenal y el divino, que excluía cualquier posible confusión entre ambos mundos. Un documento fechado el 7 de mayo de 1919 hablaba de «la regeneración de Francia tras la Gran Guerra».
En 1936 se publicó una carta pastoral el 31 de octubre, en la que hacía mención a la encrucijada de la guerra civil española. Jean-Louis Clément destaca que «todos los textos coinciden en mostrar que Dios es el fundamento de todos los cambios, de la autoridad como orden social» (p. 20). La carta pastoral de los cardenales de Francia de 31 de octubre de 1936 reafirmaba que Dios se presentaba como el fundamento del orden moral y social (p. 20). Y ello con independencia de la forma de gobierno, según manifestó en sus enseñanzas León XIII sobre la indiferencia constitucional de la Iglesia a favor de monarquías, repúblicas o imperios. La Ley de separación de 1905 había originado una convulsión enorme en la Francia católica y protestante.
La carta de 7 de mayo de 1919 recogía un documento que seguía la teología tomista del catolicismo más intransigente y, en cierto modo, la influencia indirecta de la teología dogmática del cardenal Louis Billot (1846-1931) (p. 22). También el 23 de marzo de 1934, los cardenales y arzobispos publicaron una declaración sobre la cuestión de Autoridad en Francia. En esta declaración se analizaba la crisis de la Autoridad del Estado y se manifestaba que la sociedad y el Estado estaban al servicio de la persona humana, insistiendo en la naturaleza ontológica del hombre y en que la dignidad de la persona humana nos defiende contra el estatismo excesivo y contra la anarquía (pp. 25-26). Al mismo tiempo acogían algunos de los principios de la Doctrina social de la Iglesia. De hecho, Jean-Louis Clément considera que la negación de la persona y de sus derechos humanos y sociales «podría conducir al Estado totalitario» (p. 200).
El 24 de marzo de 1934, el Episcopado señalaba la causa concreta de la crisis de la Autoridad en Francia: «la confusión de los poderes que paralizan la buena administración» (p. 29). Fueron numerosos los llamamientos emitidos por los obispos que clamaban el restablecimiento de la moral individual, profesional y social en Francia y, por tanto, sentar la Autoridad del Estado. Sin embargo, el 10 de marzo de 1939, Pío XII demandaba una subvención del Estado en favor de la enseñanza confesional como fin del anticlericalismo en la enseñanza pública del país galo. Finalmente, Clément concluye que «la participación oficial de la enseñanza confesional en la restauración de la Autoridad fue aplazada sine die en mayo de 1940» (p. 34). De hecho, la Autoridad se fundamentó sobre el ateísmo y el materialismo. Por ello, muchos de los fieles rechazaron participar en el restablecimiento de la Autoridad y en la reforma del Estado, en cuanto que se alejaba de los principios religiosos (p. 43). La Asamblea de cardenales y arzobispos de 10 y 11 de marzo de 1936 estableció de una parte para el caso de los laicos una distinción entre los adultos y los jóvenes, y de otra los simples fieles de los militantes de la Acción católica. Jean-Louis Clément destaca que «para la jerarquía, la solución de la crisis de la Autoridad se encontraba más sobre los hombres que sobre los sistemas de ideas, más sobre la recomposición del tejido social que sobre las cuestiones puramente políticas» (p. 54). Pero los demócratas cristianos habían aceptado el principio republicano que unía indisociablemente los derechos civiles y los derechos políticos y sociales (p. 59). En pleno auge de la crisis de la Autoridad, que minó los pilares de la Tercera República francesa, la jerarquía católica intentaba mantener por todos los medios el principio clásico de obediencia al poder legítimo (p. 63). También existían similitudes entre la carta a los fieles de 25 de julio de 1941 y la Asamblea celebrada el 15 de enero de ese mismo año en la que los cardenales y arzobispos reafirmaron la distinción entre dominio espiritual y dominio temporal para rechazar la solidaridad orgánica entre la Iglesia y el Estado. En ambos casos, la fórmula "poder establecido" era sinónimo de poder legítimo. Pero también existían diferencias, ya que en enero de 1941, los cardenales y arzobispos establecieron y comunicaron una serie de consignas a los miembros del clero; mientras que en julio, ellos determinaron cuáles eran sus enseñanzas, las de la Iglesia católica, a la asamblea de fieles (p. 102).
En 1940 Francia consideraba que el cristianismo era la vía para mantener la libertad espiritual, mientras se luchaba contra las ideas hitlerianas. De esta forma, el Estado francés comenzó a admitir que el catolicismo era la religión de la mayoría de Francia, pero a cambio la Iglesia debía aceptar el derecho del Estado a participar en el nombramiento de los obispos. Pero el Episcopado era contrario a establecer la autoridad del Estado en base a una referencia explícita a Dios. Por ello, una nota, fechada el 4 de agosto de 1941, y firmada por el consejero de Estado André Lavagne, reorientó la política del Estado francés en cuanto a la neutralidad en materia religiosa. Mediante decreto de 23 de noviembre de 1940, Jacques Chevalier restableció la enseñanza pública en el estudio de los deberes con Dios. Pero, como señala Clément, «el Estado francés no podía tolerar durante más tiempo esta política religiosa, que limitaba sus Derechos y rechazaba su tradición de neutralidad» (p. 132). De esta forma, la ley de 6 de enero de 1941 modificó el art. 2 de la ley de 28 de marzo de 1882 y desaparecía la jornada para la instrucción religiosa (p. 133). En realidad, el Estado francés se limitaba a imitar a los sistemas totalitarios que divinizaban al Estado y la referencia a los valores cristianos no eran sino una hipocresía. Un año más tarde, las decisiones de la Asamblea de los cardenales y arzobispos de 2 de diciembre de 1942 no pudieron quedar recogidas en una publicación oficial. En consecuencia, el catolicismo tenía interés porque lo asociaran a la “Revolución europea”, lo que supondría una ruptura con la ideología de los “Iluminados” (p. 201). En 1940 la idea de un concordato entre Francia y la Santa Sede no había sido totalmente abandonada. De hecho, la Asamblea de los cardenales y obispos, que se celebró en París el 28 de agosto de 1940, no dejó nunca de lado esta cuestión. Años más tarde, en 1944 se elaboró un texto bajo el título “La cuestión de los obispos bajo la Ocupación”.

Jean-Louis Clément en la actualidad trabaja en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Estrasburgo. Esta obra es una edición revisada y aumentada de su libro Les Évêques au temps de Vichy.También cuenta con otras publicaciones como Monseigneur Saliège, archevêque de Toulouse. 1929-1956 (1994). Clément es un referente firme de la defensa de los derechos de los católicos en un mundo de laicidad, en el que incluso no se valora como debiera la Doctrina social de la Iglesia y la defensa que la jerarquía católica hace de las clases sociales más desprotegidas. [Recibida el 30 de octubre de 2012].



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