Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas
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Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll
Emilio Castelar, La fórmula del progreso. Discursos, edición y estudio preliminar "El Republicanismo liberal y la idea de progreso: Emilio Castelar", a cargo de José Luis Monereo Pérez, Comares, Granada, 2010, 198 págs.
Guillermo Hierrezuelo Conde
ABSTRACT: Publicaci�n de una serie de trabajos, discursos y peque�os art�culos de quien fuera gran orador y transitorio Presidente de la Primera Rep�blica espa�ola Emilio Castelar sobre cuestiones pol�ticas y sociales, que recoge Jos� Luis Monereo P�rez, catedr�tico de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Granada, en una de las colecciones de la editorial Comares de Granada.
PALABRAS CLAVE: Emilio Castelar Ripoll, Primera Rep�blica espa�ola, Progreso, Jos� Luis Monereo P�rez.
Emilio Castelar y Ripoll naci� en C�diz el 7 de septiembre de 1832 y muri� en San Pedro del Pinatar en Murcia, el 25 de mayo de 1889. Represent� la m�xima figura del republicanismo conservador y evolucionista en Espa�a. En 1873 fue nombrado Ministro de Estado, con la proclamaci�n de la Primera Rep�blica espa�ola, y el 6 de septiembre de ese mismo a�o asumi� la Presidencia hasta el 2 de enero de 1874, fecha en la que tuvo que dimitir a consecuencia del golpe de Estado de Pav�a, siendo el �ltimo Presidente de la Rep�blica. El 20 de septiembre aprob� cuatro decretos para establecer medidas de excepci�n: la suspensi�n transitoria de las garant�as individuales de la Constituci�n de 1869; la supresi�n de todas las licencias de armas; la limitaci�n estricta de la libertad de establecimiento, as� como la censura de prensa. Salmer�n se neg� a apoyar al Gobierno de Castelar en la fat�dica noche del dos al tres de enero de 1874, lo que precipit� la ca�da del Gobierno, otorgando un motivo expl�cito para el golpe militar del General Pav�a contra la Rep�blica el mismo 3 de enero, que ya se estaba fraguando. Despu�s del golpe de Estado de Pav�a, se constituy� el gobierno del General Serrano denominado Poder Ejecutivo de la Rep�blica.
Castelar evolucion� desde la defensa del republicanismo federal hasta posiciones ideol�gicas de tipo centralista y m�s conservadoras. Tras el fracaso de la Primera Rep�blica, sus posiciones se flexibilizaron asumiendo propuestas m�s moderadas, aunque mantuvo sus posiciones republicanas. Durante el sexenio revolucionario Castelar hab�a mantenido una concepci�n federalista y descentralizadora moderada que se situaba en contraposici�n directa con la concepci�n postulada por los partidarios de la Restauraci�n.
En todo momento defendi� la legalidad republicana y la unidad de Espa�a, bas�ndose en la f�rmula de la unidad en la diversidad. A finales del siglo XIX, se asent� el posibilismo republicano, bajo el prisma ideol�gico-pol�tico de Castelar. Este posibilismo de Castelar le condujo a defender una posici�n federalista moderada y una reforma del Estado en un sentido de racionalizaci�n o modernizaci�n liberal. En su postulado rechazaba el centralismo y aceptaba la pluralidad de identidades hist�ricas. Monereo P�rez se�ala que �en cierta medida para el ideario republicano de Castelar la rep�blica aparece como una especie de religi�n pol�tico-democr�tica� (p. XXX). En todo momento defendi� un Estado democr�tico y laico, afirmando la separaci�n entre las Iglesias y el Estado.
En el pensamiento de Castelar era innegable la influencia del idealismo alem�n, y especialmente del pensamiento de Hegel y de Tocqueville. Para Castelar, y en general los republicanos hist�ricos de nuestro pa�s, exist�a un deber moral de lucha por la idea del progreso de la Humanidad, por contribuir a la realizaci�n hist�rica de la ley del progreso.
En el libro La f�rmula del progreso Castelar vinculaba rep�blica y progreso. Para �l cada etapa hist�rica ten�a su �f�rmula, su idea�, siendo en la sociedad moderna la edad de la justicia, del Derecho, la edad de la democracia. Su ideario para una rep�blica democr�tica quedaba acotado en los siguientes postulados: el Derecho, como base de la soberan�a del pueblo; igualdad de Derechos pol�ticos para todos los ciudadanos; libertad de imprenta; libertad de asociaci�n para todos los fines de la actividad humana; sufragio universal; el jurado; inviolabilidad de hogar dom�stico y de la personalidad humana; descentralizaci�n administrativa; integridad de municipio y de la provincia; inmovilidad de los empleados p�blicos; etc. Castelar, a diferencia de Pi y Margall, entend�a que la rep�blica democr�tica exig�a la implantaci�n del principio de intervenci�n p�blica m�nima en la sociedad civil. Para ambos, la democracia impon�a las garant�as de libertad y la supresi�n de todas las formas de esclavitud y de servidumbre. Seg�n Castelar la f�rmula del progreso humano, se resolv�a en las ideas b�sicas de que el progreso era una verdad filos�fica y una verdad hist�rica; el progreso se presentaba como el camino permanente del hombre hacia la libertad. No obstante, para �l se trataba de un progreso evolutivo de un mismo esp�ritu humano en su unidad a pesar de sus m�ltiples manifestaciones. Castelar no formul� una aut�ntica teor�a del progreso, cada uno se limitaba a darle el contenido a su ideario pol�tico-ideol�gico.
En el pr�logo de 1870 el propio autor manifestaba que pretend�a �defender los derechos individuales y el sufragio universal, cuando todos cre�an que los derechos individuales eran una logomaquia, y el sufragio universal un sue�o� (p. 1). Se�ala su autor que el absolutismo, vigente entre los siglos XIII y XVI, combati� otra forma m�s opresora y m�s b�rbara, como fue la forma feudal. Pero en ese Derecho divino de los reyes no pod�an creer los tiempos modernos. La descomposici�n del absolutismo se llamar�a neo-catolicismo, que proclamaba que el progreso era mentira y miraba hacia la Edad Media como paradigma a seguir (pp. 15-16). Por otro lado, la aristocracia ha deca�do en todo el mundo, as� como en Espa�a. De hecho, ning�n partido pol�tico defend�a, seg�n Castelar, la nobleza, sino que el partido restaurador se presentaba como un partido moderado (p. 23).
La tendencia del gobierno de Bravo Murillo al absolutismo y de las oposiciones a la libertad, amenazaba un golpe de Estado o una revoluci�n. Para luchar contra esta situaci�n, la Uni�n Liberal fue liderada por O�Donnell, que estaba formada por los progresistas y moderados despechados. Pero, en realidad, la Uni�n Liberal representaba el aniquilamiento del r�gimen parlamentario, ya que la muerte de los dos partidos supon�a en realidad la muerte del sistema (pp. 33-34). Por otro lado, el Partido progresista ya no pod�a progresar con sus ideas, y la �nica salida que le quedaba era convertirse a la democracia, ya que �hoy la democracia es la F�rmula de Progreso� (p. 41). En realidad, �el progreso es, como ha dicho con raz�n un gran escritor, la fe del siglo XIX, la gran creencia de todos sus hijos� (p. 43). Por eso Castelar defend�a que �la historia del progreso es la historia de la libertad del hombre, y la historia de la libertad es toda la historia humana� (p. 44). Consideraba asimismo que �la f�rmula que sea m�s liberal, esa es la m�s progresiva� y que �la f�rmula m�s liberal, en el siglo XIX, es la democracia� (p. 51).
Tambi�n afirmaba que �el alma del Derecho es la libertad� (p. 61). Pero no olvidaba que la condici�n de toda verdadera libertad estaba representada en la igualdad, que ha sido la gran olvidada en la historia antigua, en la antigua sociedad (p. 71). Esta libertad se dividir�a en libertad de pensamiento, que se consagraba en la imprenta, y libertad de acci�n, consagrada en el inviolable Derecho de asociaci�n. Toda asociaci�n deb�a ser libre, y como libre estar�a fundada en el Derecho. Propon�a el autor el sufragio universal, acompa�ado de todos los Derechos individuales, que eran sus auxiliares y su complemento. Este ser�a el fiel reflejo de la libertad, de la armon�a de todos los grandes intereses sociales, la dignidad de los hombres, e inalterable paz en las naciones (p. 102). La democracia hab�a puesto de manifiesto el error de creer contradictorios, enemigos, la sociedad y el individuo. Pero esta democracia no se presentaba como antirreligiosa, sino esencialmente cristiana (p. 115).
Esta obra recoge tambi�n una selecci�n de discursos, como los pronunciados sobre el socialismo en el Ateneo de Madrid el 5 de mayo de 1859 (pp. 141-146); el referido a la idea del progreso, el 13 de mayo de 1861 en el mismo Ateneo (pp. 147-157); la libertad y el trabajo, en la Sociedad El Fomento de las Artes el 27 de junio de 1861 (pp. 159-164); a favor de la Rep�blica como forma de gobierno, pronunciado en el Parlamento el 20 de mayo de 1869 (pp. 165-171); en defensa de la abolici�n de la esclavitud en las colonias, en el Parlamento el 20 de junio de 1870 (pp. 173-177); en defensa del sufragio universal, el 17 de febrero de 1888, asimismo pronunciado en el Parlamento (pp. 179-181); la cuesti�n social y la paz armada en Europa, en su discurso-conferencia dado en el C�rculo de la Uni�n Mercantil de Madrid el 31 de mayo de 1890 (pp. 183-186), y el ensayo escrito el 25 de febrero de 1892 sobre el socialismo y los socialistas (pp. 187-198). [Recibido el 2 de enero de 2011].
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