Revista Crítica de Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social


ISSN versión electrónica: 2173-0822


EL HAMBRE Y LA SED: Una aproximación a la primera huelga documentada de la historia


HUNGER AND THIRST: An approach to the first documented strike in history

Ricardo Rabinovich-Berkman

Fecha de recepción: 18/03/2023
Fecha de aceptación: 22/06/2023

RESUMEN: Este trabajo versa sobre la primera huelga documentada de la historia, que tuvo lugar en el antiguo Egipto, alrededor del año 1155 a.C, durante el reinado de Ramsés III. Sobre dicho conflicto se conserva el “Papiro de la huelga”, en el Museo Egipcio de Turín, sobre el cual se realiza un exhaustivo análisis tanto sobre sus características físicas como su contenido. Es destacable que se trata de uno de los documentos más relevantes de la historia jurídica, desde la perspectiva del derecho laboral.

PALABRAS CLAVE: primera huelga, historia, conflicto laboral, Antiguo Egipto.

ABSTRACT: This paper deals with the first strike, the first documented strike in history, which took place in ancient Egypt, around 1155 BC, during the reign of Ramses III. The "Papyrus of the Strike" is preserved in the Egyptian Museum of Turin, on which an exhaustive analysis of both its physical characteristics and its contents is carried out. It is noteworthy that it is one of the most relevant documents in legal history, from the perspective of labor law.

KEY WORDS: first strike, history, labor conflict, Ancient Egypt.

1.Aclaración previa

Este humilde trabajo es una nueva versión de uno que escribí hace casi una década sobre el mismo tema y fue publicado en Brasil, en lengua portuguesa . Esos años no han corrido en vano. Aquel estudio merecía ser revisado. En el intermedio he tenido oportunidad de tomar contacto con otras investigaciones y publicaciones, que aportan riquísima información.
Por otra parte, siempre me quedé con las ganas de traducirlo a mi propio idioma, el castellano (y varias veces, mis estudiantes me pidieron que lo hiciera). Además, el libro conjunto que aquel artículo integraba se agotó hace mucho tiempo y no se volvió a editar, de manera que hoy es muy difícil de conseguir (y nunca fue publicado de manera digital).
Tales razones me movieron a recibir con gran alegría esta gentil invitación como una oportunidad formidable para encarar este segundo (y no por ello menos modesto) abordaje del asunto. Vaya, de paso, mi agradecimiento por tan honroso convite.

2. Nuestro escenario

Nuestro escenario será el antiguo Egipto. Como es bien sabido, se trataba de una civilización caracterizada por una enorme dedicación a las cuestiones religiosas. Gran parte del esfuerzo general estaba dedicada a la construcción de templos y sepulcros. Era un país donde las deidades se contaban por centenas . Muchas de esas divinidades tenían sus propios santuarios y sacerdotes. Y todo ello coexistía con una abrumadora preocupación por la muerte y lo que pudiera venir después de ella .
No es extrañar, en ese contexto, que existiera una colosal e interminable tarea de erección de obras arquitectónicas dedicadas, directa o indirectamente, al culto. Ya fuera con destino al homenaje de las deidades o a la sepultura, fundamentalmente de las personas poderosas. Muchas de esas edificaciones poseían características imponentes. No en vano las Pirámides y la Esfinge, desde épocas remotas, se convirtieron en símbolos y arquetipos de toda obra monumental (y también como ejemplo insuperable del destino de ingentes caudales públicos para obras improductivas).
Tales monumentos requerían, como es de esperarse, una importante cantidad de trabajadores asalariados, dispuestos en diferentes categorías y con distintas remuneraciones. El presupuesto necesario para cubrir los costos de ese multitudinario personal era gigantesco. Egipto era una tierra rica, probablemente la más acaudalada del Mediterráneo. Sin embargo, a veces ni siquiera las arcas rebosantes del país y de sus clases altas alcanzaban para cubrir semejantes expensas.
De las demoras en atender a los salarios se derivaron conflictos laborales. Nos acercaremos en particular a uno de ellos, que aconteció alrededor del año 1155 a. C. Seguramente no fue el primero que se presentaba. De hecho, hay claras evidencias de incidentes previos. Pero éste tuvo una particularidad extraordinaria desde el punto de vista de la historiografía.
Porque esta huelga quedó bastante documentada. Aparte de su reflejo en otras fuentes colaterales, el episodio se plasmó en una especie de crónica, con fechas, redactada por un escriba, posiblemente un tal Amennajt, que aparece reiteradamente en el texto. En general, el documento tiene el aspecto de un escrito de queja a las autoridades administrativas superiores, o al menos de registro de hechos dignos de ser recordados o informados.
Gobernaba Egipto en aquella época Ramsés III. Se trata de un faraón bastante famoso por sus construcciones . Pero además se hallaba envuelto en costosas campañas militares. Estas empresas bélicas comprometían severamente los recursos públicos, dejando menos disponibilidad para el pago de quienes trabajaban en las obras edilicias. Los conflictos laborales no serían asombrosos en tal contexto.
Como explica Trello Espada, en el año 29 de su reinado, que es el de nuestra atención, Ramsés ya era anciano . Se acercaba su primer heb- sed, la políticamente trascendental e imponente festividad de los 30 años (el “festival de las colas”), destinada probablemente a renovar sus energías sobrehumanas frente a toda la comunidad .

3. Set-maat

En una región árida y poco agradable, situada entre el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas, desde épocas bastante antiguas, se erigió una colonia de trabajadores. Se situaba en las proximidades de Tebas, relativamente cerca del río Nilo, pero fuera del área dedicada a la agricultura. Los cultivos eran demasiado importantes como para perjudicarlos en lo más mínimo. Sin ellos, los emprendimientos edilicios carecerían de sustento material.
La mayoría de los habitantes varones de ese asentamiento se componía con obreros dedicados a la construcción de obras religiosas y funerarias en los valles aledaños. Se trataba en general de emprendimientos públicos, aunque también podían trabajar en tumbas de particulares, fundamentalmente las suyas propias, de sus familiares y de sus vecinos. Lo normal era que las obras destinadas a los faraones y otras figuras relevantes revistieran características monumentales.
El nombre de ese asentamiento operario fue Set-Maat. Es decir, en la lengua local, “lugar de la verdad” . Haciendo honor a su auspiciosa denominación, Set-Maat llegó a disfrutar de una vida propia importante. Tuvo templos, tribunales y policía. Y parece que alcanzó a ofrecer a sus moradores un nivel de calidad de vida bastante alto . En tiempos cristianos, se erigió en el antiguo templo de Hathor un cenobio, lo que derivó en el nombre árabe del lugar: Deir-el-Medina (“Ciudad del Monasterio”).
Set-Maat se encontraba a un par de kilómetros del Nilo, al oeste del río. Al norte del pueblo, en el camino de las obras, había un pequeño campamento que usaban los trabajadores en funciones. Para la época que aquí nos interesa, habría tomado la forma de un rectángulo alargado, con una calle principal central hacia la que daban las puertas de las casas, de estructura angosta y estirada y quizás algún acceso menor perpendicular. La planta transmite, en general la sensación de un asentamiento bastante planificado .
Los habitantes obreros de Set-Maat desarrollaban casi todas sus labores en las relativamente cercanas necrópolis reales. Al parecer, se trataba de operarios calificados de alta jerarquía dentro de su profesión. Según Trello, “bajo Ramsés Heqaiunu el número de obreros osciló entre 40 y 60, en función de necesidades de cada momento.”
La fundación del poblado podría situarse en el reinado de Amenhotep I (Amenofis I). Las fechas que se proponen para este faraón muestran disenso, pero en general se coincide en colocar su gobierno en el último cuarto del siglo XVI a. C.
Amenhotep I y su madre, la misteriosa reina Ahmose-Nefertari, eran particularmente reverenciados en Set-Maat, como una especie de patronos del poblado. Esto reforzaría la hipótesis de su origen en los primeros tiempos del reinado de dicho faraón, aunque Ahmose-Nefertari pueda ser considerada, como concluye Gestoso Singer, “la mujer más venerada en la historia egipcia” .
Lesko opina que el asentamiento, en todo caso, habría sido abandonado durante el período “amarniano”. La drástica reforma religiosa de Ajenatón, que impuso el culto monoteísta de Atón y mudó la residencia real, habría operado en ese sentido. Pero luego, con la restauración llevada adelante por Horemheb, Set-Maat habría renacido. A partir de allí habría discurrido su época de auge, entre 1310 y 1080 a.C., a grandes rasgos .
A partir de 1840 comenzaron a realizarse descubrimientos en el área, pero sobre todo se trató de papiros y piezas que fueron a parar al mercado de antigüedades y se desparramaron por el mundo. El gran arqueólogo italiano Ernesto Schiaparelli, discípulo de Gastón Maspero, inició excavaciones serias a principios del siglo XX. De esta expedición deriva gran parte de los documentos que hoy integran el acervo del Museo Egipcio de Turín .
Las tareas continuaron luego bajo la égida del francés Bernard Bruyère, y se proyectaron hasta la segunda mitad del siglo con el checo Jaroslav Cerny . Como resultado, Set-Maat es quizás el asentamiento mejor conocido, en su vida cotidiana y características, de todo el Egipto antiguo. Los obreros de Set-Maat eran canteros, cortadores de piedras, pintores, escultores y dibujantes (la misma persona a veces cumplía más de una tarea). A ellos se sumaban los que llegaban a capataces (o jefes de obreros). También había algunos escribas, de los que hablaremos luego, y que solían haber sido obreros o estar emparentados con éstos.
El poblado contaba igualmente con artesanos del cobre, carpinteros, alfareros y cesteros. Había personas “del exterior”. De éstas, dice Trello: “El grupo más numeroso lo formaban los semedet, quienes se ocupaban de las tareas auxiliares de intendencia de la aldea y de apoyo a los obreros de la Tumba”. Eran cortadores de leña, alfareros, lavanderos, aguadores, pescadores, hortelanos, recogedores de dátiles y yeseros . Un médico, que no vivía en la aldea, prestaba sus servicios ciertos días. “Además de la ración procedente de la distribución de cereales al Equipo, recibía un pequeño salario adicional equivalente al salario de los porteros.” El médico, al igual que los semedet, estaría pagado por el estado y no por los obreros. Es decir, que estaríamos ante prestaciones accesorias al contrato laboral. A estas podrían agregarse las tareas de ayuda de mujeres libres que se realizaban en las casas de los obreros, pero cubiertas por el estado .
Lo normal era que los hijos sucedieran a los padres en sus oficios, con poco ingreso de nuevos habitantes provenientes de fuera de la aldea . Es evidente que se procuraba, mediante esta clausura de la comunidad cuyos operarios, además, debían prestar un juramento de fidelidad al faraón , generar un grupo de trabajadores de extrema confianza, reforzada por el mutuo conocimiento y la interdependencia. Esto hubiera sido completamente lógico, considerando que estos obreros estarían en conocimiento de los secretos de acceso a las tumbas reales y de sus riquísimos contenidos .
Lesko considera que los operarios de Set-Maat pertenecerían al equivalente de una actual clase media, con salarios que triplicarían a los de los campesinos. No obstante, trabajaban duramente y en su tiempo libre solían realizar obras menores para sus vecinos (elementos funerarios, principalmente) para aumentar sus ingresos, además de preparar sus propias tumbas y las de sus familiares. Probablemente para todo esto empleaban las herramientas y pinturas que recibían con motivo de su trabajo en las tumbas reales, pero no de manera clandestina sino como parte de su contrato .
Según refiere el Sitio Web del Antiguo Egipto y Arqueología, en Set-Maat “los trabajadores estaban ausentes la mayor parte del tiempo, dejando el poblado como comunidad de mujeres. Algunas mujeres, se cree que fueron letradas y algunas tuvieron títulos religiosos, como los de chantre, cantora o sacerdotisa, lo que indica su involucramiento en varios cultos” .
Con razón dice Trello que “el cargo más influyente era sin duda el del escriba, puesto que mantenía relación directa con el visir”. Explica este destacado especialista español: “El escriba dejaba constancia no solo del grado de avance de cada obra, sino de los consumos realizados, situación de las herramientas, salarios invertidos o incidencias laborales como bajas, ausencias no justificadas, etc. Tenía, a su vez, como representante del visir, autoridad para presidir tribunales encargados de dirimir los conflictos en la comunidad de trabajadores” .

4. El papiro de la huelga

Como lo adelantáramos, en gran medida gracias a los aportes de Ernesto Schiaparelli, el célebre Museo Egipcio de Turín, al norte de Italia, exhibe una de las más importantes colecciones de papiros que existen en el mundo. Uno de esos documentos es conocido generalmente como “Papiro de la huelga” .
Desde el punto de vista externo, ese papiro, que está catalogado con el Nro.1880, mide 40,5 cm de ancho y 95 cm de largo. Está datado entre 1187 y 1157 a.C. Es decir, Reino Nuevo, Dinastía XX, reinado de Ramsés III. Se puede ver en la pared central de la Sala 6. Se halla en bastante mal estado, lo que ha dificultado las traducciones. La escritura corresponde al tipo hierático. Según Edgerton, se trata de un papiro que ya había sido usado varias veces para cuestiones administrativas, lavado a los efectos de esta inscripción .
La primera publicación facsimilar la realizaron Rossi y Pleyte en su señera edición de papiros turineses, en pleno siglo XIX, con notas idiomáticas importantísimas . La primera traducción, al alemán, fue ofrecida por Spiegelberg a fines de esa centuria, en su clásica investigación sobre los obreros y sus movimientos en el período de los ramésidas .
Ya a mediados del siglo XX, el eminente egiptólogo inglés Alan Gardiner, en su colección de documentos administrativos de la época, aportó una transcripción jeroglífica muy cuidada, con una introducción, comentarios y notas a la transcripción . La versión de Gardiner ha sido la que se ha empleado más desde entonces para traducir el papiro.
Según el sitio del Museo, “Al escriba Amennajt se debe la redacción de este papiro hierático administrativo que reporta la noticia de huelgas acontecidas durante el reinado de Ramsés III en la aldea de Deir el-Medina. Los operarios de la aldea protestan porque no reciben regularmente sus raciones alimentarias, el pago en especies debido por su trabajo en el Valle de los Reyes.”
Se trata, muy posiblemente, de la huelga más antigua documentada de toda la historia. Además, se halla narrada, al estilo egipcio, hasta con detalles y con discursos directos. Todo ello genera una sensación de proximidad extraordinaria. Es asombroso que, hasta donde he podido averiguarlo, nunca se ha realizado una versión cinematográfica de este episodio. Quizás porque sus propias características, tan diferentes de las que el séptimo arte suele volcar en sus reconstrucciones de este período, le haría perder valor de mercado.
Para ser un fenómeno acontecido unos 32 siglos atrás impresionan aspectos de la atemporalidad de la huelga de Set-Maat. Ello, tanto en lo inherente a las causas de la protesta como a sus modalidades de implementación y las reacciones que provoca, en los propios huelguistas y en las demás personas involucradas. Especialmente, en las autoridades y los policías.
Este documento único presenta una formidable importancia para los estudios de historia jurídica. Fundamentalmente, visto desde la mirada del derecho laboral. Pero también en lo que respecta al acceso a la justicia de las personas con poco poder y al ejercicio de la protesta huelguística como alternativa. Como se podrá observar, es un texto que asombra, porque lo que de él surge resulta bastante diferente de lo que se suele esperar del Egipto faraónico .

5. Los antecedentes de la huelga

Como explica Cromwell, Ramsés III, que reinó más de tres décadas, es célebre por su dedicación a vastas campañas militares. Estos emprendimientos, agrega dicha profesora británica, no sólo conllevaron un altísimo costo en sí, sino además en sus consecuencias, porque el faraón al terminar las guerras realizaba enormes donaciones a los templos. Con lo que el erario quedaba duramente debilitado y se comprometían los pagos a los obreros públicos .
En un artículo ya clásico, William Edgerton llama la atención sobre un óstracon (trozo de alfarería o cerámica con inscripciones) quebrado que se encuentra en el Museo Egipcio de Berlín (P 10633). Su traducción, según este reconocido especialista, sería la siguiente:
“Año 29, II, 21 . En este día, el escriba Amennajt anunció a la cuadrilla, que decía : Veinte días se han pasado en el mes y no nos han dado las raciones. Fue a la Mansión de Dsr-hpr-r-mry-imn en la Casa de Amón . Uno trajo una tonelada y cuarto de farro . Uno se los dio en II, 23. Uno promovió al visir To como visir de la tierra del Alto y del Bajo Egipto” .
Cromwell asume que este óstracon “prepara el preludio de lo que estaba por venir” . Edgerton, en nota, destaca la existencia de otra cerámica (Óstracon Cairo 25533) que no he podido verificar. Según este autor, “registra una huelga que duró once días hasta que fuera resuelta ‘entregando raciones’ en XII, 21, y un incidente posterior cuya naturaleza no se ha preservado, durando igualmente once días y terminando en I, 3: como no se ha preservado el año, estos dos incidentes podrían ser anteriores o posteriores al discutido en este trabajo” .
Emplearemos en nuestra versión, ya que carezco de los conocimientos como para traducir directamente del texto egipcio, las versiones de Edgerton y de Frandsen, volcándolas desde el inglés, con algunas humildes notas y observaciones propias.

6. Primera etapa de la huelga

El texto del papiro está redactado a la manera de una crónica. Por lo tanto, en un estilo bastante común en este tipo de fuentes del período, se inicia con una datación. El día en que comienza el relato era probablemente un feriado (había bastantes):
“Año 29 [del reinado de Ramsés III], mes VI [segundo del invierno], día 10 . Hoy la cuadrilla de trabajadores pasó las cinco murallas [o puestos de guardia] de la necrópolis [o tumba], diciendo: Tenemos hambre: se han pasado 18 días del mes”.
He aquí la causa principal de la huelga, plenamente coherente con el episodio (o episodios) previo ya referido. El equipo de operarios encargado de la construcción de estas tumbas debía recibir su salario, en especie, de manera mensual. Sin embargo, llegada la fecha del cobro, no recibieron nada. Esperaron dieciocho días. Seguramente, durante ese período deben haber existido tratativas, que fracasaron. Al final, resolvieron encarar la protesta.
Viene a continuación una sorpresa, que muestra la atemporalidad de algunas conductas. Vemos como la “sentada”, una de las maneras tenidas por más modernas de protestar, registra más de tres milenios de existencia:
“Y se sentaron en la parte trasera de la Mansión de Men-hepe-Re [templo mortuorio del faraón Tutmosis III, cerca del de Ramsés II]. Vinieron el escriba da la Tumba Secreta [?], los dos capataces , los [dos] representantes y los dos celadores . Los llamaron, diciendo: ¡Venid adentro! Hicieron grandes juramentos: ¿Podéis venir? Tenemos información que debe ser reportada al faraón. Pasaron el día en este lugar, pasaron la noche en la necrópolis”.
Recordemos que la huelga posiblemente se inicie un día festivo. Por eso, no hay aun propiamente un abandono de tareas. Los trabajadores se limitan a “ocupar” la parte de atrás del templo funerario de un faraón, pacíficamente, sentándose allí en señal de protesta. Lo que sigue está muy lejos de configurar cualquier forma de represión, de aquellas tan vistas en las películas sobre el antiguo Egipto.
Por el contrario, se forma una comisión con representantes, capataces, oficiales y el infaltable escriba. Esta junta, con juramentos de respeto, convoca a los huelguistas a entablar una conversación para solucionar el conflicto. Queda claro desde el principio que se trata de un “asunto del faraón”, que ha de serle reportado a las autoridades superiores, en caso de no llegarse a un acuerdo inmediato. Pasamos al día siguiente: “Año 29, mes VI, día 11. Pasaron otra vez. Alcanzaron la puerta de la pared sur de la mansión de User-Maat-Re Setepen-Re [templo mortuorio del faraón Ramsés II, conocido como Ramesseum]”.
En consonancia con la ausencia de represión, es digno de notarse que los huelguistas pasan sin inconvenientes los puestos de seguridad que guardan las necrópolis reales, e ingresan tranquilamente en los templos funerarios de los faraones anteriores, sin que nadie se los impida. A continuación, viene un trozo arruinado del papiro. Aparentemente, el escriba Pentaweret , actuando como mediador, trae a los trabajadores algo de comer.
“Año 29, mes VI [segundo del inverno], día 12. Llegaron a la mansión de User-Maat-Re Setepen-Re. Pasaron la noche discutiendo [desordenadamente] en su entrada. Ingresaron al interior con el escriba Pentaweret, los dos jefes de policía , los dos porteros, los porteros de la fortaleza de la necrópolis”.
La construcción del relato es muy gráfica. Casi nos permite ver a los manifestantes. La huelga ya ha entrado en su tercer día. Sería el segundo laborable, sin embargo, si el primero había sido un feriado. Parece que los operarios tienen discordancias entre ellos. Es algo perfectamente normal en cualquier fenómeno de estas características, y hace más verosímil la crónica.
El texto nos describe a los huelguistas debatiendo de manera bulliciosa durante toda la noche. Por fin, resuelven parlamentar. Al escriba con jurisdicción, Pentaweret, que funcionaría al mismo tiempo como mediador y registrador del eventual acuerdo, se suman los porteros y, cosa interesante, también los jefes de policía.
Una visión de la vida laboral del antiguo Egipto influida por las narraciones bíblicas o sus secuelas cinematográficas, como la clásica película Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956), llevaría a suponer que la presencia de los funcionarios policiales importaba una finalidad represora, que anticiparía episodios de violencia. Pero lo que surge del papiro es muy diferente.
El documento, a partir de este punto, está muy dañado y faltan líneas. Al parecer, “Montumose [también llamado Mentmose o Montmes, que era el jefe de la policía, informa que fue] a Tebas, diciendo: ¡Voy a traer al alcalde de Tebas! Le dije: Los de la necrópolis están en la mansión de User-Maat-Re Setepen-Re. Me respondió […] tesoro […]”.
La respuesta, infelizmente, está casi totalmente perdida. El alcalde de Tebas, debido a sus altas funciones tributarias, tendría el derecho de acceder a los depósitos estatales de granos. Estaría en condiciones, entonces, de disponer que de ellos se liberasen algunos sacos para ser entregados a los trabajadores. De esta gestión ante el importantísimo funcionario se ha encargado, ni más ni menos, el jefe de policía. Es decir que éste, en vez de reprimir a los huelguistas, de hecho, los apoya.
“Año 29, mes VI, día 13 . En la fortaleza [o puesto de control] de la necrópolis. Lo que dijo Montumose: Ved, os daré mi opinión [o respuesta]. Levantaos, recoged vuestras herramientas, sellad vuestras puertas, traed a vuestras esposas y a vuestros hijos, y yo iré delante de vosotros a la Mansión de Men-Maat-Re [el templo mortuorio de Seti I (Templo Gurna), al norte de la necrópolis] y os permitiré sentaros allí mañana”.
Este jefe de policía es admirable. No sólo apoya a los huelguistas, parece liderarlos. Les sugiere una forma de protesta más contundente. Un campamento con sus familias en plena necrópolis. Aunque si se mira detenidamente, esto implicaría un cambio del lugar de la manifestación. Quizás esa mudanza los llevara a un sitio menos problemático. También podría ser lo contrario.
Eso no lo sabremos nunca, posiblemente. Pero sí es claro que Montumose actúa con respeto, que ni se le pasa por la cabeza cualquier conducta represiva. Por otra parte, es obvio que los huelguistas lo escuchan con consideración.
Volvemos al texto principal del papiro: “El escriba Hednajt y los divinos padres de este templo […] a escuchar su declaración. Les dijeron: Fue a causa del hambre y a causa de la sed que hemos venido aquí. No hay ropas, ni aceite, ni pescado, ni vegetales. Informen al Faraón, nuestro buen señor, sobre esto. E informen al visir, nuestro superior, para que se nos brinde sustento. Y las raciones del quinto mes [primero del inverno] se les entregaron ese día”.
Es de notar la razonabilidad con la que los huelguistas expresan su postura. Se ocupan de dejar muy claro que de ninguna manera han adoptado una actitud subversiva. Manifiestan su lealtad y afecto al Faraón, asumiendo que, si sus quejas llegaran a los oídos reales, o a los del visir, serían atendidas. Asientan que no les ha quedado otra alternativa que la de recurrir a la protesta, agobiados por el hambre, la sed y las necesidades elementales insatisfechas.
Por otro lado, impacta la actitud respetuosa y conciliadora de las autoridades. La alternativa represiva ni siquiera es considerada. Ello hace pensar que tal recurso era inexistente en la época frente a este tipo de conflictos o, al menos, muy poco común. Al contrario: los huelguistas son escuchados con atención. Después de oír sus quejas, y mientras se busca una solución de fondo para el problema, se procura que los obreros reciban víveres de modo provisorio.
Pero este clima cordial estaba por mudar.

7. Segunda etapa de la huelga

“Año 29, mes VII [segundo del invierno]. La cuadrilla pasa las murallas [o puestos de control]. Se sientan en la Tumba. Los buscan los tres jefes. Entonces el artesano Mose , hijo de Anajtu , dijo: ¡Por Amón! ¡Y por el Gobernante, aquel cuyo poder es mayor que la muerte, si me sacan de aquí [o levantan] hoy, él ha de yacer, tras maldecir la Tumba! ¡Y yo no! Recibió un golpe por haber jurado en ese lugar por el nombre del Faraón”.
Con razón hace notar Edgerton la dificultad de comprensión que este texto presenta. Lo que parece evidente, sin embargo, es que Mose ha incurrido en un acto de violencia verbal, que marca el primer toque agresivo en esta huelga. Su juramento-maldición es aparentemente muy fuerte e involucra al mismísimo monarca, al que los obreros de Set-Maat prestaban voto de fidelidad. No queda claro quién le da el golpe al blasfemo. Quizás fueran sus propios compañeros, a quienes el exabrupto poco beneficiaría. A partir de este momento, el conflicto parece ingresar en una etapa más belicosa.
“La cuadrilla pasa las murallas [o puestos de control]. Después de que los tres jefes hicieran un gran griterío contra ellos desde la puerta de la aldea, el escriba Amennajt de la Tumba Secreta envía a los dos celadores y a los dos delegados para traerlos de vuelta. Regresa el celador Reshpetref para decirnos: Esto dijeron Qenna hijo de Ruta y Hay hijo de Huy, de pie delante de sus camaradas: ¡No volveremos! ¡Comunicadlo a vuestros superiores! Realmente, no es porque teníamos hambre que pasamos. Tenemos una declaración importante que hacer. Realmente, se ha hecho mal en este lugar del Faraón. Así hablaron. Entonces fuimos a escuchar su declaración, y ellos nos dijeron que habían dicho tal cosa”. Hemos entrado en una nueva faceta de la huelga. Los trabajadores parecen encontrarse más organizados. Aparecen dos portavoces, Qenna y Hay, con características de liderazgo. Estos cabecillas presentan un planteo diferente: ya no se trata, al menos solamente, del hambre. El asunto pasa por una denuncia de fondo, más amplia. Ahora la cuestión es la corrupción que se imputa a los funcionarios encargados de pagar los salarios. Queda implícita la acusación de haberse quedado con parte de los bienes destinados a los operarios. Quizás esa haya sido, inclusive, la razón de la presentación de este relato por parte del escriba Amennajt a sus superiores.
Sin embargo, y aunque los ánimos se ponen tensos, los huelguistas se ocupan de dejar al Faraón a salvo de cualquier responsabilidad respecto de las aducidas irregularidades. Al contrario, tanto ellos como el escriba Amennajt, parecen considerar que el monarca es una víctima indirecta de este complot de sus funcionarios corruptos para enriquecerse.
En ese contexto, la función principal de la protesta pasaría a ser la de elevar el reclamo de los trabajadores hasta los oídos del faraón y de sus colaboradores inmediatos. Si así fuera, el escrito de Amennajt estaría implementando tales demandas.
“Año 29, mes VIII, 28. Viaje río abajo del visir To después de haber venido para llevar los dioses de la Región Sud para el jubileo Heb-sed . Regresa el jefe de policía Nebsmen hijo de Panehsy para decir a los tres jefes de la cuadrilla, que estaban de pie en la fortaleza [o puesto de control] de la necrópolis: Esto dijo el visir To: Si no vine antes hasta vosotros, no fue porque no tuviera nada para traeros. Ahora, con respecto a lo que vais diciendo: ‘¡No os llevéis nuestra ración!’ ¿Acaso yo, el visir, doy para quitar? [o: ¿He sido nombrado visir para robar?] ¿No os he dado aquello que otro como yo ha dado? Si ha sucedido que no había nada en los graneros, os he dado cuanto encontré’. Y el escriba Hori de la tumba les dijo: Se os da media ración. Yo mismo os la voy a distribuir”.
Persiste una actitud de respeto hacia los huelguistas. Ahora, no sólo por parte del jefe de policía (que esta vez es otro) sino del mismísimo visir. Parece que To acababa de ser promovido de visir del Bajo Egipto a visir del país entero. Entonces, estaría aquí imputando la falta de pago de los salarios a la corrupción encontrada en sus nuevas áreas de jurisdicción, cuyos depósitos de cereal estarían vacíos. De una manera que casi podríamos llamar democrática, To se ocupa, de inmediato, de hacer que sea distribuido, al menos, el grano disponible. El propio escriba se encarga de implementarlo.
“Año 29, mes IX [primero del verano], día 2. Entrega de los 60 kilos de farro a la cuadrilla, por parte de Amenjau y Usihe [?] como ración del noveno mes. Entonces el jefe artesano Jons dijo a la cuadrilla: Vean, les digo esto: tomen la ración y bajen al puerto desde el puesto de guardia. Que los hombres del visir se lo cuenten”.
Al parecer, To ya se habría ido de allí y estaría al norte. El consejo del delegado Jons sería bastante grave: estaba recomendando a sus colegas que aceptasen el cereal sin retomar las actividades, engañando al visir.
“Y cuando el escriba Amennajt hubo terminado de darles la ración, salieron hacia el muelle, según lo que [Jons] les dijera. Pero cuando pasaron una muralla [o puesto de guardia] el escriba Amennajt fue y les dijo: No pasen hacia el muelle. Ciertamente, os he dado ahora 60 kilos de farro, pero si os vais os haré condenar en cualquier tribunal al que vayáis. Y los traje de nuevo arriba ”.
Con un estilo extraordinariamente vital, Amennajt relata esta escena que muestra a las claras cómo el clima se ha tensado. Sin embargo, sigue predominando la legalidad. El escriba descubre la intención de los obreros, azuzados por su delegado, y se planta en el camino de los huelguistas. Los amenaza, pero sin violencia, recurriendo a las alternativas jurídicas que se presentan. Y tiene éxito.
La idea que transmite el texto es que, si los trabajadores hubiesen ido a un tribunal para reclamar lo debido antes de cobrar, podrían haber tenido éxito. Pero ahora, después de haber aceptado un pago parcial y de ese modo ingresar en una vía de conciliación, lo que corresponde es levantar la protesta y regresar a las labores normales.
“Año 29, mes IX, día 13 [once después del episodio anterior]. Pasa las murallas [o puestos de guardia] la cuadrilla, diciendo: Tenemos hambre. Se sienta en la parte trasera de la mansión de Baen-Re-Meri-Amón [templo funerario del faraón Merneptah, a unos 400 metros del Ramesseum]. Llaman al alcalde de Tebas que está pasando por allí y él les envió a Meniufer [¿o Manunefer?], jardinero del Jefe Supervisor del Ganado para decirles: Vean, les he dado estos 1.400 kilos de farro para sustento hasta que el Faraón les entregue sus raciones”.
Éste es otro trecho para la admiración. Los huelguistas, en plena sentada, al ver pasar al alcalde de la ciudad más importante de Egipto, lo llaman a gritos. Y el alto funcionario no responde con enfado, represión ni violencia. En cambio, considera sus reclamos y envía un importante pago a cuenta.

8. El día después

La parte final de esta secuencia del papiro trae unas declaraciones que se habrían generado en el marco de las investigaciones levantadas debido a la huelga. Es un tramo de enorme interés.
“Año 29, mes IX, día 16. Lo que el artesano Penanuqet dijo al escriba Amennajt y al jefe artesano Jons: Vosotros sois mis superiores, sois los controladores de la Tumba. El Faraón, mi buen señor, me ha hecho jurar que no he de oír una palabra o ver un hecho maligno en los grandes, profundos lugares del Faraón y ocultarlo. Ahora, Userhat y Pentaweret quitaron piedras del techo de la tumba del Rey Osiris User-Maat-Re Setepen-Re [Ramsés II], el gran dios. Y tomó un buey marcado con la marca de la mansión de User-Maat-Re Setepen-Re: lo tiene en su establo”. Penanuqet parece en este momento representar el eterno papel del esquirol, o peor aún, del huelguista que traiciona a sus colegas. Basado en el juramento obligatorio que debían prestar los obreros de Set-Maat, denuncia a sus compañeros que, quizás aprovechando el clima de desorden, habrían robado piedras . Uno de los acusados, además, se habría apropiado de un animal marcado. Lo que sigue llama la atención:
“Y sedujo a tres mujeres casadas: la señora Menat, mientras estaba con Qenna, la señora Taiuneset, mientras estaba con Najtamún, y la señora Taweretherti, mientras ella estaba con Pentaweret”.
Davies aduce la alta posibilidad de que Qenna tuviera un vínculo estrecho, probablemente familiar, con el escriba Amennajt . Esto complicaría bastante las cosas. Pero si este Pentaweret casado con Taweretherti fuera el anterior dibujante y luego escriba de ese nombre, entonces la acusación devendría mucho más venenosa, porque sería ni más ni menos que un hijo de Amennajt . Igualmente, esta denuncia no parece tener relación alguna con la huelga.
Continúa declarando Penanuqet: “Pero vosotros habéis visto la postura del visir Hori sobre el lugar donde se quitaron piedras, cuando se le informó: ‘El jefe artesano Paneb' (mi padre) 'colocó hombres a sacar piedras de allí, eso ha hecho’ [la traducción de esta última frase es dudosa]. Y Qenna, hijo de Ruta, hizo exactamente lo mismo sobre la tumba de los reales hijos del Rey Osiris User-Maat-Re-Setepen-Re [Ramsés II], el gran dios. Dejadme ver qué les haréis, o me quejaré ante el Faraón, mi señor, y también ante el visir, mi superior”.
Aquí podrían estar los motivos reales de Penanuqet. Su padre, el capataz Paneb, habría sido culpado por el visir Hori por la sustracción de las piedras. Entonces, más que una venganza, su denuncia parecería destinada a limpiar el nombre de su progenitor. Ese interés personal quedaría en evidencia por su amenaza final, altamente desafiante, lanzada al escriba Amennajt. Quizás, en definitiva, Penanuqet no fuera un simple traidor, sino que lo impulsaran legítimas razones y un deseo de justicia.

9. Conclusiones

Si Penanuqet se enteró o no de lo que sucedió con su acusación, no lo sabemos. Como tampoco sabemos nada más de lo que pasó después sobre este asunto. Ni conocemos realmente en qué terminó la célebre huelga del año 29 de Ramsés III.
Una espesa capa de siglos y de arena ha cubierto estos hechos, tan remotos y al mismo tiempo tan palpables gracias a los documentos. La inexorable cortina del pasado nos ha impuesto un final abierto.
Los años pasaron, las tumbas fastuosas se transformaron en ruinas, a menudo devoradas por el desierto. Set-Maat desapareció lentamente hace milenios, llevándose los recuerdos de todas esas personas que habitaban y trabajaban en ella. Esa calle larga, cubierta con toldos para detener el insoportable rigor del sol, donde decenas de niños correrían jugando, tropezando con vasijas, bajo la mirada sonriente de sus madres orgullosas, se hundió en el polvo.
Y los diligentes escribas Amennajt, Hori y Pentaweret, los simpáticos jefes de polícia Montumose y Nebsemen, el rebelde capataz Jons, los obreros Penanuqet, Amenhay, Wserhat, Mose, Hay y Qenna, el celador Reshpetref, el jardinero Meniufer, las buenas señoras Menat, Taiuneset y Taweretherti, el importante visir To, y hasta el mismísimo faraón Ramsés III, se fueron hace más de tres milenios, cuando la Tierra aún era muy joven.

BIBLIOGRAFÍA

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Otros sitios mencionados:

http://commons.wikimedia.org/wiki/File:KhonsuTemple-Karnak-RamessesIII-2.jpg
http://www.ancient-egypt.co.uk/deir%20el%20medina/index.htm (acceso en junio 2023).
https://collezioni.museoegizio.it/it-IT/material/Cat_1880/?description=sciopero& inventoryNumber=&title=&cgt=&yearFrom=&yearTo=&materials=&provenance=&acquisition=&epoch=&dynasty=&pharaoh= (acceso en mayo de 2023).
https://www.ancient-egypt.co.uk/deir%20el%20medina/index.htm (acceso en mayo de 2023).




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