Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas


ISSN versión electrónica: 2174-0135
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Depósito Legal: MA 2135-2014

Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll


Christian Andrés (coord.), Autour de l´Espagne des Validos (1598-1645), Centre d'études Hispaniques d'Amiens, Paris, 2009, 147 págs.

Guillermo Hierrezuelo Conde

ABSTRACT: El estudio de los validos espa�oles es una tem�tica atractiva a no m�s poder. Se han publicado en los �ltimos treinta a�os muchos trabajos al respecto. El presente coordinado por Christian Andr�s y en el que participan, entre otros, el prestigioso hispanista galo Bartolom� Bennassar, se centra en algunos de estos validos. En la recensi�n se contrasta el presente libro con aquel que en su momento dirigiera y coordinara Jos� Antonio Escudero L�pez y en el que aparecieron los famosos plagios de Ignacio Ruiz Rodr�guez al cap�tulo elaborado por Luis Antonio Ribot Garc�a, actual acad�mico de la Historia y catedr�tico que fue de la magn�fica Universidad de Valladolid y actualmente lo es de la Universidad Nacional de Educaci�n a Distancia (seg�n seis rankings de calidad, la peor Universidad p�blica espa�ola), para el vol. 28 dedicado a �La transici�n del siglo XVII al XVIII. Entre la decadencia y la reconstrucci�n�, de la �Historia de Espa�a� que comenz� a ser dirigida por Ram�n Men�ndez Pidal, y se consum� la deshonra de Don Juan Jos� de Austria y Arag�n. Por otro lado, se establecen categor�as claras, a veces no suficientemente bien perfiladas por los estudiosos, de la distinci�n entre valido, privado y favorito. Adem�s, la figura del corrupto Lerma cobra singular inter�s en este libro, como la del conde-duque de Olivares o la del escritor y poeta Francisco de Quevedo.

PALABRAS CLAVE: Validos, Francisco de Sandoval y Rojas, Conde-duque de Olivares, Bartolom� Bennasar, Christian Andr�s, Jes�s M. Usunariz, Christian Bouzy, Manuel Borrego.

El estudio de Bartolom� Bennassar, profesor en la Universidad de Toulouse-Le-Mirail, trata sobre la Espa�a de los Validos, en el periodo comprendido entre 1598-1645 (pp. 15-33). En este periodo la monarqu�a espa�ola estuvo gobernada por esta figura, tambi�n llamados �privados� o �favoritos�, a los que el monarca delegaba el ejercicio de su poder real, y que generalmente era una personalidad que encarnaba el sistema. Desde 1598 a 1618 estuvo representada por el duque de Lerma; desde el comienzo de 1619 hasta la muerte de Felipe III en 1621 por el Duque de Uceda; desde 1622 a 1643 por el conde-duque de Olivares; y desde 1643 hasta su muerte en 1661 por el conde de Haro. El sistema de valido propiamente dicho fue introducido bajo el reinado de Carlos II (1666-1700), ante la incapacidad de este monarca para gobernar.

La coyuntura y la sensaci�n de decadencia hizo que el duque de Lerma asumiera el cargo de valido, sobre todo a consecuencia de la gran peste atl�ntica acaecida entre 1597 y 1601, que agrav� m�s si cab�a el declive demogr�fico. En 1598, la conciencia de decadencia hizo que el sistema de valido recayera sobre Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, que introdujo en el gobierno profundas reformas. Lerma fue nombrado �caballerizo mayor� del pr�ncipe. Desde la muerte de Felipe II, el nuevo monarca autoriz� a Lerma a firmar en su nombre todas las �rdenes, actos e instrucciones, lo que supuso la delegaci�n en su persona de la totalidad del poder. De esta forma, el valido ejerc�a en su totalidad el poder, modificando la pr�ctica que hasta entonces hab�a aplicado Felipe II. La consagraci�n de este sistema fue la famosa c�dula de 1612 que ordenaba a los presidentes de todos los consejos a cumplir las �rdenes del valido, atribuy�ndole a la firma de Lerma el mismo valor que a la del rey. En realidad, la pol�tica de Lerma estuvo guiada por el esp�ritu de un lucro insaciable, basado en la corrupci�n como medio de acci�n. El reconocido hispanista Bennassar se�ala que �el valimiento de Lerma fue tambi�n el primer acto de retorno con fuerza de la aristocracia� (p. 23). M�s tarde, el duque de Lerma le transfiri� a su hijo todos sus poderes. En el periodo comprendido desde 1622 a 1643 ocup� el cargo de valido Gaspar de Guzm�n, conde-duque de Olivares, el valido m�s interesante para los historiadores y que ha sido considerado como hombre nacido para gobernar. En 1615 fue nombrado �gentilhombre de la c�mara� del infante a la edad de 10 a�os. A�os m�s tarde, en octubre de 1622, Olivares fue nombrado valido de Felipe IV, haciendo famosa la frase de �todo es m�o�. Ocup� el cargo hasta que el 17 de enero de 1643, siendo reemplazado por Luis Men�ndez de Haro y Guzm�n, marqu�s de Carpio (1598-1661), pol�tico espa�ol y valido de Felipe IV, nacido en Valladolid el 22 de diciembre de 1598. Era hijo del quinto marqu�s del Carpio y sobrino del conde-duque de Olivares. Se integr� en la oposici�n contra Olivares y, a la ca�da de �ste en 1643, le sucedi� como favorito real. Lerma y Olivares ejercieron un poder considerable y, a la vez, impreciso, lo que incrementaba a�n m�s su influencia. El conde de Haro desempe�� el cargo de valido desde 1643 hasta 1661.

Jes�s M. Usun�riz, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Navarra, historiador generalista pero no jurista, nos deleita con un art�culo titulado �De la Pax Hispanica a la guerra total: dos validos, dos pol�ticas exteriores� (pp. 34-52). A finales del reinado de Felipe II, Inglaterra, Holanda y Francia hab�an firmado su alianza contra Felipe II en Greenwich y La Haya en mayo y octubre, respectivamente, de 1596. Fue, por tanto, la situaci�n pol�tica y econ�mica la que oblig� a Felipe II a la firma del tratado de Vervins en 1598 y a ceder el gobierno de los Pa�ses Bajos a su hija, Isabel Clara Eugenia y a su marido, el archiduque Alberto. Con Felipe III y con el duque de Lerma se produjo, entre 1598 y 1606, un giro en la pol�tica internacional espa�ola, imponi�ndose una actitud conservadora frente a la pol�tica expansionista de Felipe II. De hecho, Felipe III comenz� una aproximaci�n a Inglaterra, ante el deseo de Jacobo I Estuardo de acrecentar su imagen internacional como Rex Pacificus. Las negociaciones tuvieron su fin con la firma del tratado de Londres, en agosto de 1604. Mediante sus cl�usulas, los ingleses renunciaron a su ayuda directa a los rebeldes holandeses, con lo que rompieron las posibilidades de reconstruir de nuevo una triple alianza contra Espa�a, y volv�a a reiniciarse el comercio entre ambas naciones. El motivo del cambio de pol�tica fue, a juicio de Usun�riz, �fruto de una estrategia: la necesidad de un per�odo de respiro que de ning�n modo ser�a permanente, sino una transici�n que servir�a para recuperar el empuje de los viejos tiempos� (p. 38). Pero con el transcurrir de los a�os, la monarqu�a hisp�nica comenz� a romper su tregua con la rep�blica neerlandesa, y se convirti� en un campo de batalla. Sin embargo, el conde-duque de Olivares intent� frenar tambi�n una guerra abierta con Francia, al tiempo que inspiraba la creaci�n de una gran Liga en Alemania. Por otra parte, y de manera muy similar a sus antecesores, intent� evitar la conquista de nuevos territorios, que provoc� el acercamiento entre Francia, Inglaterra y los protestantes.

Manuel Borrego, profesor de la Universidad del Franco Condado, detalla la funci�n del valido en la obra del conde-duque Olivares y del escritor y poeta Francisco de Quevedo (pp. 53-72). Los �ltimos a�os del siglo XVI y la primera mitad del XVII representaron una �poca de crisis y graves confrontaciones en Europa. Entre las obras de Quevedo destacan, entre otras, el Discurso de las privanzas, escrito entre 1606 y 1609, y la Pol�tica de Dios (1626). Por otro lado, existen coincidencias con lo expuesto en la obra de Olivares. De hecho, el conde-duque de Olivares adopt� un plan de reformas de gran envergadura, con el �nico objetivo de reforzar el Estado desde el punto de vista pol�tico y econ�mico. As�, Quevedo remiti� a Olivares sus Advertencias a la carta de Fernando el Cat�lico, donde manifestaba la necesidad de reforzar la autoridad real en el dominio de las relaciones exteriores. En realidad, Manuel Borrego se�ala que �sus Advertencias deben interpretarse como una defensa del duque de Osuna en un momento en el que estaba en prisi�n� (p. 61). Quevedo y Olivares convergieron en la necesidad de afirmar con fuerza la autoridad del rey, con la finalidad de defender sus prerrogativas y su jurisdicci�n. Olivares, al igual que Quevedo, exig�a un total respeto a la jerarqu�a. Por supuesto, ambos coincid�an en la necesidad de un valido trabajador, fiel y desinteresado.

Christian Bouzy, profesor de la Universidad Blaise Pascal de Clermont-Ferrand, destaca algunos aspectos con m�s detalle sobre el valido en las obras de Francisco G�mez de Quevedo y Villegas y la influencia del estoicismo y del epicure�smo en su pensamiento (pp. 73-117). La madre de este escritor universal recomend�, en el momento de su muerte, el 7 de diciembre de 1600, la protecci�n de su familia al duque de Lerma, lo que le influy� en gran medida en su vida y en sus escritos. En su obra El chit�n de las tarabillas (1630) escribi� un discurso sat�rico que hac�a una defensa de la pol�tica econ�mica del conde-duque a prop�sito de la devaluaci�n de la moneda de vell�n. Destaca su tratado sobre el Nombre, origen, intento, recomendaci�n y descendencia de la doctrina estoica (1635), y defendi� el epicure�smo en las lecturas de las Epistulae de S�neca. De hecho, escribi� la Defensa de Epicuro, en 1635. Los primeros propagadores del epicure�smo fueron Lucrecio (De rerum natura), Cicer�n (De natura deorum), Plutarco (Moralia) y S�neca (De beneficiis, Epistulae), entre otros. En efecto, para Quevedo, el privado ideal era aquel hombre en que el rey ten�a una confianza absoluta.

Christian Andr�s, profesor de la Universidad de Picardie Jules Verne, en Amiens, nos ofrece una visi�n doctrinal y teatral del valido, en la obra de Quevedo (pp. 118-138). Como venimos recordando al hilo de otras colaboraciones de este libro, Quevedo escribi� mucho sobre el poder pol�tico, y, en particular, sobre el valido. Fue un gran amigo del duque de Osuna, y m�s que un consejero fue el alter ego. En su obra Discurso de las privanzas describ�a al valido desde un punto de vista �tico-te�rico o doctrinal. All� se ocupaba del valimiento del duque de Lerma para analizar este fen�meno pol�tico que comenz� a adquirir cierta relevancia en la corte del siglo XVII y, sobre todo, a partir de Felipe III. Adem�s, abogaba por que el rey o el privado no llevaran a cabo acciones que pudieran escandalizar al pueblo o causarle temor. Pero en esta obra de Quevedo tambi�n nos ofrece una perspectiva teatral del valido en la persona del Marqu�s de Valisero, anagrama de Olivares (pp. 129-135).

En el a�o 2005, en el tomo XXVII, de la Revista de Estudios Hist�rico-Jur�dicos, de la Universidad Cat�lica de Valpara�so, en Chile, en una sede superilustrada y reconocida actualmente por sus criterios cient�ficos de selecci�n, en sus pp. 459-466, llev� a cabo la publicaci�n de una amplia, a la vez que generosa y elogiosa, recensi�n del libro coordinado, dirigido y planificado por Jos� Antonio Escudero L�pez, Los validos, que fue publicado por Dykinson en Madrid de 2004. Tras descubrir al cabo de un a�o que uno de los colaboradores m�s directos de Escudero en esos momentos, y que sigui� si�ndolo durante a�os, Ignacio Ruiz Rodr�guez, hab�a actuado maliciosamente y procedido a plagiar de forma manifiestamente escandalosa el cap�tulo elaborado por Luis Antonio Ribot Garc�a para el vol. 28 dedicado a La transici�n del siglo XVII al XVIII. Entre la decadencia y la reconstrucci�n, de la Historia de Espa�a de Ram�n Men�ndez Pidal, tomo publicado en Madrid por Espasa Calpe en 1993, elabor� un cotejo, que fue calificado como paradigm�tico, de los plagios de Ruiz en la propia revista de Valpara�so, que puede verse con toda facilidad en la red a trav�s del buscador Google, simplemente poniendo tres palabras: Ruiz Rodr�guez & Escudero & plagios. Se ha difundido por el mundo, y seg�n nos comenta Susana Grohe, ya tienen conocimiento de estas actividades plagiarias John H. Elliott, Bartolom� Bennassar, Carole Fink, Robert McMahon, Joseph P�rez, Geoffrey Parker, Stanley George Payne, Paloma Bravo (la catedr�tica de la Universidad de la Borgo�a) y Hugh Thomas, a quien se le enviaron los plagios a la C�mara de los Lores por su condici�n de Bar�n Thomas de Swynnerton. Es decir, en nuestro caso tenemos ya experiencia en el tema del valimiento y no es la primera vez, ni probablemente ser� la �ltima, en que nos acercamos a tan interesante instituci�n. S� hemos de decir que, prescindiendo del trabajo plagiado al cap�n, de otro que es incre�blemente malo y de otro que se podr�a ampliar, el libro dirigido, planificado, pero no tan revisado por Escudero L�pez ya que cada autor que colabora en el mismo cita como Dios le da a entender (contrastar c�mo lo hacen G�mez Rivero �quien adem�s trabaja poco los documentos, con mucho archivo, pues el catedr�tico de la Miguel Hern�ndez es un gran defensor de lo in�dito, pero con poca racionalizaci�n del uso que hace de los textos in�ditos� y el propio Escudero y, por otro lado, Carmen Sevilla y la cantidad de documentos que en texto con protocolo y final del mismo incluye Camino Fern�ndez) y Escudero da la impresi�n de que no se ha preocupado de unificar criterios y de revisar textos, este libro �repetimos� editado en 2004 sobre los validos es bastante aceptable, teniendo en cuenta los publicados en Espa�a como en el extranjero. Otra cosa es sobre la figura de Felipe II, que es otro marco de referencia, donde Geoffrey Parker con su Felipe II: la biograf�a definitiva (2010) aparca sendos libros de Escudero sobre el citado monarca, y no s�lo de Escudero sino de tantos otros como, por ejemplo, James M. Boyden, David C. Goodman, John Lynch, Henry Kamen con su Felipe de Espa�a del que hay numerosas ediciones. Parker incluso inferioriza el libro cl�sico por antonomasia de William H. Prescott. [Recibido el 7 de febrero de 2011].



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