Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas
ISSN versión electrónica: 2174-0135
ISSN versión impresa: 2386-6926
Depósito Legal: MA 2135-2014
Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll
Stamatios Tzitzis, Nietzsche et les hiérarchies, L’Harmattan, París, 2008, 157 pp.
Manuel J. Peláez
RESUMEN: El presente libro recoge los resultados de un Congreso celebrado en el Instituto de Criminología de la Universidad Panthéon-Assas, París II, coordinado por Stamatios Tzitzis. Paul Valadier indicó la relevancia de la jerarquía dentro del mundo nietzscheano, donde «la vida es lucha permanente, explotación, injusticia, combate incesante e infinito de fuerzas opuestas». François Vallançon, en su colaboración, distingue un concepto de jerarquía en el pensamiento de Nietzsche, que viene determinado por su condición de filólogo clásico y helenista, que carece de estudios de Leyes. Esta concepción difiere de la del ginebrino Jean-Jacques Rousseau. Angèle Kremer-Marietti se ha ocupado de poner de relieve el contraste entre las ideas de Aléxis de Tocqueville y John Stuart Mill con el pensamiento de Nietzsche, de un Nietzsche que rechaza los principios democráticos. Ingeburg Lachaussée se plantea si a Nietzsche se le puede considerar un pensador político. Su oposición a la cultura democrática, su animadversión a la igualdad, su defensa de las jerarquías se enfrentan a otras filosofías. Brigitte Krulic interpreta a Nietzsche, criticando la idea de nación, la soberanía política y precisando que no existe nacionalismo bueno alguno. De esta forma pone de relieve la insensatez intelectual, la indiferencia, el egoísmo y la locura de Nietzsche. Para Jean-Jacques Briu, las jerarquías de Nietzsche tienen mucho de poesía y de retórica, más valor lingüístico que de otro tipo. Angelika Schober comenta la curiosa idea de que Nietzsche se siente atraído por la Iglesia jerárquica como una paradoja dentro de su filosofía, tan enfrentada por otro lado con el catolicismo. Aunque es un declarado enemigo del catolicismo y de las restantes religiones cristianas, sin embargo admira la solemnidad de la liturgia cristiana. Otro aspecto que señala Schober es la fascinación de Nietzsche hacia François de Salignac de la Mothe Fénelon, San Francisco de Sales y Armand-Jean Le Bouthillier de Rancé, admiración por el cristianismo y admiración al mismo tiempo por la cultura francófona de estos autores.
PALABRAS CLAVE: Friedrich Wilhelm Nietzsche, Nietzsche Studien, Stamatios Tzitzis, Paul Valadier, Angèle Kremer Marietti, François Vallançon, Ingeburg Lachaussée, Brigitte Krulic, Jean-Jacques Briu, Angelika Schober.
De nuevo a iniciativa de ese filósofo del Derecho, de origen griego, pero plenamente integrado en el mundo de la francofonía, que es Stamatios Tzitzis (autor de miles de páginas publicadas en Francia, Canadá, Italia y Grecia), se publica ahora un volumen dedicado a Nietzsche, dentro de una colección filosófica dirigida por Angèle Kremer Marietti y Fouad Nohra. Se recogen aquí las actas de un pequeño congreso que, bajo el título de Nietzsche, Hiérarchie, Normes et Règles, tuvo lugar en el Instituto de Criminología de la Universidad de París II, Pantheón-Assas.
El contenido del libro es el siguiente, en cuyo comentario y valoración entraremos a continuación: Stamatios Tzitzis, “Introduction”, pp. 5-14; Paul Valadier, “Hiérarchie, normes, modernité démocratique chez Nietzsche”, pp. 15-31; François Vallançon, “Nietzsche et la hiérarchie”, pp. 33-44; Angèle Kremer-Marietti, “La volonté antihistorique de la politique nietzschéenne”, pp. 45-63; Ingeburg Lachaussée, “D’une hiérarchie à l’autre: Nietzsche et la politique”, pp. 65-87; Brigitte Krulic, “Société individualiste, société hiérarchique: Les paradoxes d’un antimoderne”, pp. 89-110; Jean-Jacques Briu, “Les gestes de l’esprit – métaphores et rythmes – dans les Poèmes de Nietzsche”, pp. 111-138 y Angelika Schober, “Nietzsche, fasciné par le catholicisme?”, pp. 139-157.
Realmente, por mucho que se lo propongan los colaboradores de este libro, resulta muy difícil llegar a decir nada nuevo sobre Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), pensador inclasificable desde todo punto de vista. Hay una revista alemana, Nietzsche Studien (Internationales Jahrbuch für die Nietzsche-Forschung), que es punto de vista referencial de los miles de trabajos que, a lo largo de los veinte y cinco últimos años del siglo XIX, todo el siglo XX, y dos sexenios del XXI se han ido publicando sobre el escritor originario de Röcken, que estudió en la Universidad de Bonn, donde mantuvo una retentissant rivalité nada menos que con Enno Friedrich Wichard Ulrich von Wilamowitz-Möllendorf (1848-1931), enseñó luego filología clásica en Basilea y que desarrolló la idea del Übermensch. Stamatios Tzitzis lo define como «el poeta que tradujo la violencia de sus sensaciones en filosofía» (p. 5). En su introducción al presente libro, el director adjunto del Instituto de Criminología de la Universidad de París II, Panthéon-Assas, se esfuerza en poner de relieve el clasicismo de Nietzsche y su espíritu aristocrático, su defensa de los �ρ�στοι. Reflexiona luego Tzitzis sobre el significado del �ριστ�τοκος en el pensamiento clásico griego y, en particular, en los ya de por sí descalificados sofistas. El jesuita Paul Valadier resalta la relevancia de la jerarquía dentro del mundo nietzscheano, donde «la vida es lucha permanente, explotación, injusticia, combate incesante e infinito de fuerzas opuestas» (p. 27) y, en este sentido, pone de relieve que la explotación del hombre por el hombre no es algo negativo, sino que forma parte de la esencia del ser humano, en cuanto que ser vivo. Nietzsche rechaza las concepciones democráticas.
François Vallançon es profesor de la Facultad libre, autónoma y cogestionada de Derecho, Economía y Gestión de París [durante años, desde la Facultad de Derecho de Málaga, mantuvimos buenas relaciones científicas con el que fue Decano de dicha Facultad, Geoffroy de Gislain, historiador del Derecho, que publicó en España, entre otras ocasiones, en Orlandis 70: estudios de Derecho privado y penal romano, feudal y burgués, Barcelona, 1988, pp. 173-186] y en su colaboración distingue un concepto de jerarquía en el pensamiento de Nietzsche, que viene determinado por su condición de filólogo clásico y helenista, que carece de estudios de Leyes. Esta concepción difiere de la de Jean-Jacques Rousseau, que se muestra como un defensor a ultranza de la igualdad humana, de una igualdad que se deriva de la soberanía popular.
La principal idea que se extrae del artículo de Angèle Kremer-Marietti (Universidad Julio Verne de Picardía, Amiens) es el contraste entre las ideas de Aléxis de Tocqueville y John Stuart Mill con el pensamiento de Nietzsche. Este último rechaza los principios democráticos y defiende la jerarquía como «principio de educación del ser humano y sistema axiológico de gobierno de la tierra» (p. 63).
Se cuestiona Ingeburg Lachaussée si a Nietzsche se le puede considerar un pensador político. Su oposición a la cultura democrática, su animadversión a la igualdad, su defensa de las jerarquías le enfrentan a otras concepciones. Sin embargo, Lachaussée concluye señalando que «Nietzsche es un pensador político original» (p. 86).
De la Universidad de París X-Nanterre acudió al encuentro sobre Nietzsche, Brigitte Krulic, digresionando con falsos presupuestos jacobinos sobre «el paradigma hermenéutico» de la idea de jerarquía, el «carácter artificial de los nacionalismos», «bricolages ideológicos fundados sobre la falsificación del pasado y la reconstrucción de una comunidad imaginaria» (p. 107). El artículo de Krulic, interpretando a Nietzsche y criticando la idea de nación, la soberanía política y precisando que no existe nacionalismo bueno alguno (p. 108), patentiza hasta qué punto la insensatez intelectual, la indiferencia, el egoísmo y la locura de Nietzsche y de sus corifeos, encuentran un camino para postular la violencia y la voluntad hegemónica, que son principios completamente deleznables. Krulic comete la osadía de calificar como «posición eminente» la de este pensador «para que aprendamos a comprender la modernidad» (p. 109). Además, Brigitte Krulic se ha permitido incluso publicar un libro sobre el particular [Nietzsche penseur de la hiérarchie. Pour une lecture tocquevillienne de Nietzsche, París, 2002].
Da la impresión de que para Jean-Jacques Briu, las jerarquías de Nietzsche tienen mucho de poesía y de retórica, más valor lingüístico que de otro tipo, pero incurre en el error final de reconocer en el pensamiento de Nietzsche la desigualad ontológica entre los hombres, dentro de la estética filosófica que inunda su colaboración.
Angelika Schober, catedrática de la Universidad de Limoges, plantea la curiosa idea de que Nietzsche se siente atraído por la Iglesia jerárquica como una paradoja dentro de su filosofía, tan enfrentada con el catolicismo. Aunque es un declarado enemigo del catolicismo y de las restantes religiones cristianas, y de la caritas, sin embargo admira la solemnidad de la liturgia cristiana, que «logra elevar al hombre sobre la banalidad cotidiana» (p. 143). No obstante, su posición está larvada desde la base, pues para él «el principio de la igualdad de las almas ante Dios» (p. 147) es pura «dinamita cristiana», que arrasará los fundamentos culturales de Europa hasta su destrucción. Encuentra Schober la fórmula que le interesa y la considera la más adecuada para comprender a Nietzsche, y la encuentra precisamente en el pensamiento de Guglielmo Ferrero, para quien «el cristianismo es una religión de masas, coronada por una esplendorosa superaristocracia de doctores y de santos» (la cita de Ferrero la recoge Angelika Schober en p. 148). Otro aspecto que señala la catedrática de Limoges es la fascinación que Nietzsche demuestra hacia Fénelon, San Francisco de Sales y Armand-Jean Le Bouthillier de Rancé, admiración por el cristianismo y admiración al mismo tiempo por la cultura francófona. [Recibido el 15 de junio de 2012].
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