Revista europea de historia de las ideas políticas y de las instituciones públicas


ISSN versión electrónica: 2174-0135
ISSN versión impresa: 2386-6926
Depósito Legal: MA 2135-2014

Presidente del C.R.: Antonio Ortega Carrillo de Albornoz
Director: Manuel J. Peláez
Editor: Juan Carlos Martínez Coll


CONFLICTO DE RELACIONES LABORALES DESDE UNA VISIÓN HISTÓRICA DE ARRAIGO Y SIMULACRO

Sonia ANDRADE MOLINARES

Abstract: The main objective of this work is to present a preview of the results of an investigation entitled social representations built from the Merida State educational conflict and mediation processes from a vision of rooting and drill, taking as a temporary period historic room ranging from 2002 to 2013. Raised reflection will be joining four fundamentals: conflict roots, mock and history. The first is connected with the representation of the notion of conflict, understood as the Activator motor of social changes and the more immediate display for the emergence of media interventions. The second part of the need to see a phenomenal perspective, a possible conflict construction rooted, attached to different communicative, and ideological structures that can give light on the presence of a particular social phenomenon; the third focused on the presence of the simulacra as a complex construct that emphasizes the idea of society of the spectacle and the last as the platform linked to facts and events of historical and social order. The method outlined in this article, part of a building historical-hermeneutic, giving rise to these forms, be related with narratives provided by versionantes, linked with the purpose of study, teachers. Conclusion that the social event called "magisterial conflict" is set, it has become a part of social representations, emerged as a logical consequence, from a set of actions marked by a deep-rooted dispute, which has created a wide range of drama impregnated by a fragmented morphology, where the teaching Guild expresses a serious willingness to break with the Government indifference. A situation which reflects, largely, what is currently known as the Venezuelan social landscape.

Key words: History, Representations, Conflict, Rooting and drill.

1. Introducción
La reflexión a desarrollar se apoya en referentes teóricos de corte reflexivo, analítico y explicativo y en un fundamento histórico referencial. El primero de ellos hace alusión a la idea de conflicto según lo plantado por W. Ury (1999), en su obra Alcanzar la paz, la idea de simulacro se adhiere a los postulados de Mario Perniola (2011) en el libro La sociedad de los simulacros; y el texto escrito por Jean Boudrillard (1977), llamado Cultura y simulacro. El tercer componente reflexivo se apropia de las ideas de Pedro Alzuru (2011) expuestas en Estética y Contemporaneidad. Para establecer los aspectos esenciales del arraigo se hace alusión a los fundamentos teóricos de Jean-Paul Lederach (2010) partiendo de los postulados de transformación de conflictos. Teniendo como asidero teórico y reflexivo las ideas y constructos de estos pensadores, se intenta realizar un recorrido interpretativo, que por la intencionalidad analítica, muestra una lectura histórica pensada desde una situación local compleja, que requiere una interpretación profunda de carácter social y cultural, mediante la cual se active una comprensión tanto de los aspectos perceptibles que lo nutren, como de aquellos significados producidos por un correlato colectivo, portador de simulacros y juegos de poder. Este último eslabón, será desarrollado partiendo desde la noción llamada “desrealización”, con lo cual se asiste a una visión pulsional, donde la elucidación pasa a ser parte de un juego de roles y es asistida por un posible enmascaramiento que se escuda en el sostenimiento del orden. En lo concerniente al fundamento histórico se hace alusión a un periodo circunscrito a los años que van desde 2002 hasta el 2013, espacio en donde se percibe en Venezuela una alta, volátil y compleja situación de conflicto educativo. Un referente planteado por la Federación Venezolana de Maestros1 deja claro los aspectos que sostienen la problemática conflictual y que se intensifican a partir de la llegada del chavismo al poder:

En lo que se refiere a la Educación eliminaron la intermediación, las decisiones tomadas son unilaterales dejando a un lado a las organizaciones del magisterio. El Reglamento del Ejercicio de la Profesión Docente no existe para ellos, sometiendo la carrera docente al clientelismo político y en consecuencia la distorsión de la nómina es grave, y en lo académico, la primera línea del gobierno es la desinformación, la puesta en funcionamiento de acciones curriculares inconsultas creando un inequívoco malestar en la escuela y en el liceo. La ideologización ya no es una amenaza sino una realidad dirigiendo acciones en este sentido que van contra todo lo que signifique libertad de enseñanza. Asimismo, se ha revertido el proceso de descentralización que se venía avanzando en Venezuela, concentrando las decisiones en el despacho ministerial.

Este panorama social que se agudiza en el año 2002 con el llamado “paro petrolero” el cual es visto según reporte histórico del The Carter Center (2002-2005)2 con un momento de alta conflictividad social y una suerte de pantalla que develó la presencia de una sociedad venezolana altamente polarizada y muy poco ganada a la idea de diálogo y consenso.
Los señalamientos anteriormente referidos permiten establecer que la Venezuela actual, se ha imbuido en una tipología conflictual polifacética muy sólida. Si de algo se está relativamente seguro, es del advenimiento constante de conflictos sucesivos, que van imprimiendo nuevos retos comunicativos y por ende una nueva plataforma de comprensión del asunto social. Bajo esta premisa, el conflicto parecer asediar a una buena parte de la sociedad y se torna tanto revelador de significados como constructor de estratagemas imposibles de soslayar. De hecho, es como lo plantea Lopera3: «El conflicto vive agazapado en cada peripecia de la vida y su influencia se siente desde cualquier desavenencia simple hasta la más enorme agresión. Es por ello que cualquier contribución a su estudio es apenas un paseo temerario por los bordes de un inmenso territorio de exploración».
Llamados a ser temerarios más que pasivos, el ámbito a transitar, referido al conflicto como dinámica social, es espinoso pero prolífico en significados, lo cual garantiza por lo menos dos consideraciones esenciales, la primera, sobreviene cuando se entiende que la sociedad, y muy especialmente la venezolana, se encuentra profundamente polarizada y este espectro social se alimenta de un sentido mediático ávido de información. La segunda, comprende que el conflicto es el epicentro de pulsiones humanas arraigadas a desenfrenos y hostilidades que impiden, a corto plazo, vislumbrar soluciones consensuadas a favor de mejores condiciones de vida. Los nudos y los entretelones conflictuales pasan a formar parte protagónica del entramado conflictual, mientras tanto el lenguaje del simulacro, la hostilidad solapada, la aparente lucha de un sector oprimido, son los recursos in situ del sentir del colectivo.
Ante lo señalado, los diversos entrepaños de la esfera conflictual en lo referido a la historia venezolana de inicios del siglo XXI, inevitablemente se supeditan a una suerte de equilibrio político frágil y a veces fugaz, en tanto que su armonía, si es que llega a existir, se construye al vaivén de fuerzas contradictorias, que intentan crear un orden otro, denominado por estudiosos como Boudrillard hiperreal, desde un campo minado por la polarización y el simulacro. A partir de esta visión, el venezolano natural se apropia de un conjunto de representaciones sociales que le amplían la capacidad de versionar hechos y fenómenos, donde la ordenación panóptica permite distinguir nuevas formas de vigilancia y simulación tan agresivas que llevan a la idea de la destrucción del otro.
Aunado a lo señalado, la historia venezolana revela con suficientes testimonios, que la conflictividad social, adquiere rasgos de eje trasversal en la medida en que el llamado modelo de socialismo del siglo XXI, comienza a mostrar serias fracturas tanto de fondo como de forma, dando lugar a un deterioro que incide de manera directa toda la estructura cultural. Una apreciación de Gutiérrez4 amplía lo señalado:

Sobre la viabilidad de esta propuesta de sociedad existe escepticismo. La sustitución de una sociedad de capitalismo rentístico, colapsada e incapaz de asegurar crecimiento económico sostenido por la implantación de unas relaciones de producción socialistas, sustentadas con renta petrolera, puede generar cuantiosas pérdidas de eficiencia económica y bienestar social que hacen poco factible al socialismo del siglo XXI.

La idea propuesta se encuentra presente, no sólo en textos de política económica sino también en el discurso cotidiano del venezolano, el cual ha visto la construcción histórica de una conflictividad que lejos de minimizarse, se incrementa con nuevos agregados sociales, dando lugar a una historia caracterizada por un conjunto importante de eventos locales conflictivos, todos conectados con las propuestas del socialismo del siglo XXI.

2. Un caso local de simulacro y conflicto
A partir del año 2002 aproximadamente, la educación estadal merideña que cubre las modalidades de inicial y primaria, caracterizada por sus logros en lo académico, cultural y de innovación pedagógica ha asistido al incremento, diversificación e intensificación de la conflictividad laboral, en razón de una suerte de fractura social de orden laboral, que lejos de minimizarse se ha ampliado, sufriendo una escalada significativa en lo concerniente al logro de exigencias laborales y al establecimiento de un sistema educativo efectivo, que se apropie de la normativa vigente en lo laboral, académico y social para establecer un margen de satisfacción ajustado a un conjunto importante de necesidades colectivas.
En este sentido, el estudio de la conflictividad concomitante que subyace entre los actores educativos y la Dirección de Educación del Poder Popular para la Educación Estadal (DEPPECD) da cuenta de una relación, que debiendo ser dialógica, diplomática y productiva en su acepción humanística y formativa, se ha tergiversado hasta llegar a un estado de relaciones de indiferencias contractuales, surgiendo como consecuencia de lo expuesto, la necesidad de una interpretación que active y devele repliegues que dan cuenta de una problemática compleja que desvirtúa la noción de calidad educativa, entendiéndose que la plataforma laboral es una arista fundamental que sostiene aspectos no sólo de orden económico, sino aquellos ligados a la disposición de herramientas motivacionales, mediante las cuales se impulsan mecanismos a favor de una calidad centrada en la justicia y la equidad de los recursos.
En tanto que, la actitud asumida por ambos grupos opuestos, permite la presencia de una dinámica del poder, manifiesta en numerosas acciones de protesta y de la continua movilización reivindicativa, generando un panorama en donde impera un tipo de escalada conflictual avalada por una estructura jurídica que, hace esfuerzos por proteger a ambas partes sin llegar a ser un efectivo y acertado recurso para la toma de decisiones. Tal situación permite establecer que, insatisfacción laboral, presencia de un clima dialógico fracturado, desmotivación y carencia de un proceso de mediación que active estrategias de diálogo y de reflexión, se conjugan para construir una problemática signada por el continuo simulacro de la conflictividad social.
La magnitud y el impacto de este evento social adquiere dos vertientes, por un lado los sindicatos muestran una postura defensora y reivindicativa muy conveniente, en tanto que estas estructuras se sostienen y legitiman, en atención al surgimiento de nuevos reclamos laborales. Así pues, las maniobras reivindicativas construidas por los entes gremiales, se conectan con las necesidades de un colectivo que se adhiere a complejas distorsiones mediáticas, barnizadas por las nociones de víctima y victimario, según un continuo juego de liderazgos, roles e intereses creados.
Desde otra óptica, el ente patronal es el gran maestro del simulacro, intentando mostrar a toda costa un paisaje educativo productivo, equitativo y justo. Todo esto con la finalidad de darle al ambiente laboral un toque de interés superior alejado por completo de la realidad cotidiana. Este simulacro histórico/social fue claramente percibido por el The Carter Center, en el informe ya mencionado, cuando luego de crear mecanismos dialógicos y mediadores con el apoyo de un grupo reconocido de conflictologos internacionales establece, quizás sin asombro lo que sigue: «a medida que el paro iniciado en diciembre se extinguía para principios de febrero, el gobierno se sentía más fuerte en la calle y menos necesitado desacuerdos en la mesa»5.
La realidad más inmediata del simulacro quedó al descubierto, para finales del año 2002 los “pequeños pasos” para lograr un atisbo de paz y consenso, se quedaron en el recuerdo y la misma pantalla de las elecciones, la trifulcas, los eventos de calle y las “guarimbas”, sólo ratificaron (y aun hoy lo ratifican) el carácter sensológico de un evento histórico, vivido por todo un colectivo humano anhelante de cambios a favor de una mejor calidad de vida. De este evento, sólo quedaron retazos de miseria y como lo demostraría todo el informe anteriormente citado, un conjunto de acciones a favor de una suerte de rechazo hacia la pugnacidad verbal y como es de esperarse hacia la no violencia.
Este importante documento histórico y todo un cúmulo de narrativas manifiestas por versionantes, dan cuenta de construcciones conflictivas barnizadas estratégicamente con las artimañas del simulacro. Todo este entramado de la simulación y construcción de una hiperrealidad, se puede evidenciar en las narraciones de cinco versionantes vinculados directamente con el conflicto estadal señalado. Algunas narrativas recogidas por la investigadora se exponen a continuación:

A.El conflicto es más bien una gran pantalla de poderes, los que estamos adentro tratamos de buscar un sitial en el espectáculo representado, los que están afuera deben decidir quién es la víctima o el victimario.
B.Los que participamos de este conflicto, y me refiero a ambos bandos, hemos caído en una resignación de la cual obtenemos un autismo social, que sólo sirve para divertir y evadir lo real. Lo que sí está claro es que existe una arquitectura social fracturada a la cual no le importa en lo más mínimo la educación.
C.En este conflicto, ambos grupos, son actores consumados, saben que existe un juego de poderes y desarrollan su papel efectivamente. El conflicto realmente se sostiene ante la inexistencia de acuerdos sólidos, la poca o casi nula capacidad de diálogo y la desreglamentación. No hay juego limpio, sólo la presencia de un lenguaje fuertemente emocional. No hay buena fe. Se puede prever la muerte social de un docente aniquilado por el sistema.
D.Asistimos a un conflicto poco innovador, el cual recicla viejas estrategias y la educación es vista como una mercancía vana e inservible. En este mercado, el docente sólo puede hablar de breves conquistas sin ninguna incidencia palpable en el contexto local.
E.Estos grupos, aparentemente opuestos, se sumergen en una ceguera ideológica, se crea el juego de lo hiperreal, se juega con una moral poco creíble, se radicalizan acciones improductivas, se crea la sospecha de que ambos bandos juegan y escenifican su propio libreto y se manipulan los sentidos. Todo esto a partir de fuertes y muy bien marcados procesos mediáticos.
F.Estas narrativas y otras tantas, permiten encauzar un estudio basado en representaciones sociales construidas a partir del conflicto educativo estadal merideño y los procesos de mediación desde una visión de arraigo y simulacro, tomando como período temporal el espacio histórico que va desde 2009 al 2013, a continuación el camino metodológico a seguir.

3. Historia de un conflicto arraigado

El arraigo histórico al que se hace referencia, está basado en la persistencia de un fenómeno donde subyacen intereses contrarios a los cuales se les atribuye un sentido de no negociabilidad, tanto por el carácter reivindicativo como los aspectos intrínsecos que están en juego, asociados, en muchos casos, con dinámicas de poder paradójicas.
Desde lo planteado, surge el epicentro o el punto focal en que convergen fuerzas irreconciliables con un fuerte carácter expansivo. Esta singular característica produce la acumulación de impulsos reactivos y posibilita el surgimiento de masas volátilmente reactivas. Bajo este retrato del desastre, y en palabras de Lopera6 «el conflicto ha tomado su propio camino (…) se vuelve difícil de manejar». En el caso que ocupa la atención se hace necesario destacar que el magisterio merideño desde el año 2002 comenzó un proceso de reivindicaciones laborales, las cuales han pasado a la categoría de conflicto social arraigado, ya que hasta la fecha y según reporta la página del sindicato FENATEV (2013) se percibe la siguiente situación: Más de 200 docentes jubilados en octubre de 2011 esperan por sus prestaciones sociales. Algunos no reciben el salario mínimo. Los docentes interinos (contratados y suplentes) tienen contratos leoninos que no se ajustan a la legislación laboral actual. Algunos tienen sueldo inferior al salario mínimo. Los docentes dependientes de la Gobernación de Mérida no han recibido el salario de Noviembre ni Diciembre, ni bonificaciones de alimentación, transporte, familia. Al igual que la mayoría de los trabajadores de la Gobernación. Son más de 5000 familias dependientes de estos docentes que sufren la desidia y el olvido gubernamental. No se ha firmado una contratación colectiva desde el año 2003. Ante lo señalado, se deduce que el conflicto que ocupa la atención, centrado en hostilidades laborales entre los maestros estadales merideños y el ente rector en materia educativa, se torna como un fenómeno gradual y escalonado, construido con retazos de insatisfacciones humanas, lucha por el poder, acaecimiento de liderazgos fugaces y el arribo del simulacro, como un artificio del cual se desprende según Alzuru7 una hiperrealidad social determinada, de la cual se obtiene información eminentemente mediatizada por la postura de los opuestos que se construye como una edificación holográfica. Esta suerte de mentira verídica que “se renueva continuamente en nuevas formas”. Esta mutación continua y difusa, va de la mano con una sólida estructura sensológica que ostenta serios mecanismos de dominio y control, muy arraigados y propios del socialismo del siglo XXI.
Dadas las características sensológicas y mediáticas de las acciones reivindicativas, se deja entrever que, de ningún modo, se sabrá con certeza si estas situaciones, contiendas o enfrentamientos, de las que nos hablan los mass media, realmente contienen el sentido propuesto, en tanto que son ámbitos signados por el simulacro escenificado. Entonces, valdría la pena analizar si estos actos realmente representan el sentir del colectivo y sus insatisfacciones.
En la voz de los versionantes para el año 2013 es posible encontrar estos importantes datos, surgido de una narrativa social y humana atenta a la dinámica local, en este sentido uno de los versionantes refiere lo siguiente: «el gremio docente estadal lleva varios años solicitando reivindicaciones laborales, sin embargo una buena parte de sus acciones están dirigidas por políticos de oficio o sindicalistas que ya no saben qué hacer para conseguir ciertos logros. Este conflicto se arraigó por dos razones: negligencia gubernamental y carencia de sindicatos unificados y comprometidos con el docente». Tal narrativa coincide con otras ya reportadas, pero le agrega un ingrediente importante al momento de comprender las representaciones implícitas en una relación conflictual signada, según los versionantes, por la presencia de opuestos obtusos, es decir poco ganados hacia la consolidación de beneficios reales, hace que el conflicto, antes que solucionarse, se dilate y convierta en un ciclo vicioso; tal idea coincide con la apreciación cuando a propósito de un estudio propuesto por Suarez8 basado en el conflicto social y protesta docente en América Latina, precisa lo siguiente:

Resulta evidente un cierto carácter cíclico en la evolución y desenlace de los conflictos educativos en los países de la región: en un primer momento, la confrontación a través de huelgas y movilizaciones motorizadas por el sector docente y sus sindicatos contra el Estado; luego, una ronda de negociaciones puntuales entre los referentes políticos y funcionarios de los gobiernos (fundamentalmente de las carteras educativas, pero cada vez más intensamente de los equipos económicos) y los representantes gremiales; inmediatamente, una serie de acuerdos y temas concertados entre las partes en conflicto, generalmente precarios y a corto plazo; en la mayoría de los casos, un período de relativa estabilidad, no exento de tanteos, sospechas y conflictos menores; finalmente y casi inexorablemente, una nueva ronda de confrontaciones y conflictos que ponen en riesgo, una vez más, la posibilidad de estructurar y llevar a la práctica criterios democráticos y participativos para la gobernabilidad educativa y el funcionamiento adecuado de la educación pública.

El sentido cíclico del cual habla el investigador señalado, lleva a pensar en la existencia de un arraigo que es el producto de un sinfin de negociaciones ineficaces de tal manera que tanto los docentes como los gremios y el mismo ente rector, pasan a ser actores y espectadores de un continuo simulacro social. Este contexto, evidentemente se nutre de una narrativa social donde interesa relatar o contar la versión del asunto en juego, esta necesidad surge como una manera simbólica y ontológica de acople social, pero ella encarna a su vez un seductor deseo de presentar al versionante como una voz legitima y legitimada tanto por los recursos del lenguaje como por la formas políticas del poder y las nueva artimañas de una época que ha renunciado a la tradición metafísica para darle a la palabra un nuevo uso, sumergido este último, en la idea de simulacro social de interacción, así como también de manipulación. Esta nueva plataforma holográfica, no oculta ni sustituye nada, simplemente está ahí cubriendo y descubriendo los entretelones más subrepticios de la vida social del venezolano.

4. Historia del conflicto como simulacro

Como se ha venido planteando el conflicto reportado e interpretado a partir de un conjunto de narrativas, se apropia de dos sentidos históricos y estos son arraigo y simulacro. El primero alude a un proceso de enquistamiento del conflicto dado que se inicia formalmente en el año 2002 y persiste aun hoy en día y el segundo a un proceso donde subyace la noción de “sociedad del espectáculo”, barnizada por el continuo advenimiento de traumas y milagros que sólo garantizan la presencia de un juego signado por el sentido mediático y la imagen.
Desde esta óptica, hablar de simulacro histórico-social desde una postura analítica, es adentrarse en caminos que señalan una suplantación de lo real, en aras de construir un orden distinto, partiendo de procesos donde impera la presencia de la hiperrealidad. Esta representación es construida para proyectar una situación tan avasallante que incide de manera radical en la forma en que se percibe, edifica y simboliza un evento o práctica social. A propósito de lo planteado una de las narrativas de los informantes formula lo siguiente: «a mí me parece que este conflicto tiene mucho de simulacro sobre todo porque la dirección de educación no trata de resolver nuestros problemas creando una pantalla mediática con nuestras necesidades e intentando crear situaciones donde nos hacen ver como los agresores». Otro de los versionantes naturales plantea lo que sigue: «como observador de estos eventos y como lector de las noticias locales creo que ambos grupos encubren información y sólo muestran aquella que les conviene, por eso considero que una parte de las acciones es maniobra social, o mejor dicho ardid mediático». Significativo es presentar las palabras de un miembro del ente rector o patrón: «para mí el conflicto más que una realidad social es la manera en que los sindicatos tradicionales se sostienen en el poder, estos “sindicaleros de oficio”, se aprovechan del gremio docente” pero la historia demuestra que ellos han hecho muy poco, por no decir nada, por la educación merideña».
En este sentido un evento social, nutrido por un flujo de información mediática se convierte en todo un espectáculo generador de milagros intermitentes y continúas fracturas de un orden, dando lugar a la presencia de nuevas pericias publicitarias, políticas o reivindicativas. A este tenor, la sociedad del simulacro se apropia de un número bastante significativo de recursos que dan pie a un prolijo universo simbólico permeado por los excesos. A propósito de lo planteado expone Boudrillard9 una idea referencial: «Nuestra cultura del sentido se hunde bajo el exceso de sentido, la cultura de la realidad se hunde bajo el exceso de realidad, la cultura de la información se hunde bajo el exceso de información». Sumergidos en una sólida y abovedada estructura social, asistimos al advenimiento de una dialéctica de las representaciones y desde el simulacro, donde todos somos partícipes del evento social cotidiano, dando cabida a estructuras analíticas siempre cargadas de ideologías, creencias, mitos e inclinaciones políticas. El eslogan “todo se vale”, hace acto de presencia en una sociedad que le brinda protagonismo al simulacro y a la no existencia de referentes verdaderos. Lo mediático pasa a ocupar un sitial de honor y la manipulación de la verdad, se convierte en el derrotero que impregna todo el aparataje informativo.
Este entorno de desreglamentación informativa, se rige como un espectro multiabarcante y apela a complejas manifestaciones del poder, así el simulacro se convierte en un valioso recurso para el sostenimiento de estructuras dominantes, dando lugar a la escisión de instituciones sociales que, en última instancia, garantizan un margen más o menos estable de equidad y justicia social. A propósito de esta idea plantea lo que sigue: «el aspecto más interesante e importante de este proceso no es la falta de una garantía cultural de las instituciones, sino la disolución de la dimensión real de las instituciones, el carácter hiperreal que adquieren».
A propósito de lo referido se muestra una narrativa histórica que ratifica la idea anteriormente señalada. Aporta el versionante lo que sigue: «el conflicto y su misma historia, se sostiene en un juego de mentiras y verdades, la institucionalidad es desplazada por una componenda política donde lo que interesa es agredir al opositor y construir una cara de la realidad a favor del ente rector, todo esto con la finalidad de ocultar la realidad educativa merideña, se trata entonces de un panorama donde impera una cultura de la no realidad».
Esta narrativa, se conecta directamente con el siguiente planteamiento de Perniola10: «de hecho, se entiende la noción de simulacro no como sinónimo de falsedad, engaño, mentira, sino como algo que, al situarse más allá de lo verdadero y lo falso, está más cerca del juego, el arte y la cultura que de la metafísica, la ética y las ideologías políticas».
Siguiendo este recorrido narrativo un versionante plantea que «lo que más se ha desvirtuado de este conflicto de larga data es la comunicación, ambos grupos tratan de montar un espectáculo para que el receptor, ‒es decir yo‒, nos imaginemos un juego entre víctimas y victimarios. Esto es realmente preocupante porque en este juego de verdades lo que realmente se deteriora es la educación como estructura de fuerza cultural». Desde esta esfera de construcción de sentidos, el poder de la comunicación da lugar a una avasallante visibilidad; así se establece en palabras de Alzuru11 que lo «visible no es lo que la comunicación nos ofrece sino lo que proviene de los más poderosos emisores: el inconsciente y la memoria». Pero el autor citado va más allá y plantea una consideración donde los procesos de la comunicación se muestran como un holograma cautivador y enajenante, poseedor de mecanismos que intentan anular toda capacidad de análisis, una apreciación de Alzuru12 profundiza esta referencia: «la sociedad de la comunicación genera una profunda pobreza que deriva de la absoluta determinación con la cual pretende eliminar de la vida cotidiana de todos la posibilidad de una pausa, de un intervalo». Esta aniquilación, abierta a serios y muy bien pensados procesos de “estupidización”, impide a los sujetos crear mecanismos de reflexión y dan lugar a enquistados conflictos que buscan conquistar un espacio en la lucha mediática, una reyerta permanente y sin lugar a dudas paroxística.

5. A manera de conclusión

Lo señalado sobre arraigo y simulacro, se articula con el tema de la historia social venezolana del siglo XXI, en tanto que el evento reseñado se torna como una parafernalia seductora, de la cual se aspira obtener réplicas discursivas, generadoras de explicaciones sobre la debacle social existente. Ahora bien, si como se planteó en párrafos anteriores, los mass media, son ejemplos clásicos de simulacros, así también los discursos políticos e incluso las construcciones conflictivas que nutren el panorama cotidiano del venezolano, los cuales dan lugar también a un número complejo de simulacros sociales.
En este continuo juego de representaciones simuladas, el informante el cual por antonomasia posee unos ciertos rasgos de veracidad ha pasado a ser versionante. Este nuevo narrador, aferrado por la llamada “alienación de la palabra”, muestra como el lenguaje es utilizado, para la disputa, la confrontación y el altercado, todo esto, signo inequívoco de la presencia de un espectáculo creado para mostrar incompatibilidades, discrepancias y separaciones ideológicas y, como es de esperarse, un conjunto muy prolijo de versiones sobre el asunto social en juego.
Para el versionante actual, lo vivido desde la cotidianidad social se aleja y se diluye, convirtiendo a las palabras en la lectura relativizada por una inmensa acumulación de espectáculos personales y sociales. Esta idea se complementa con el planteamiento de Debord13 que a continuación se muestra: «El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que se ha hecho visible».

Siendo negación y a la vez plataforma para la materialización de un lenguaje caótico subrepticio, laberintico y oculto, el simulacro ejecutado tiende, desde todas sus aristas, a mostrar las facetas de una operación devoradora y rabiosa. Según Perniola14 «esta operación se realiza a través del lenguaje, el cual no es ya, por lo demás, literario, artístico o filosófico, sino acontecimiento y gesto». Bajo la visión del simulacro, la sensología adquiere un lugar protagónico de alto impacto, que le asigna a la imagen un punto focal e hiperreal.
Estas versiones del conflicto, conectadas con los referentes teóricos expuestos, dejan en claro que la información reportada por los versionantes, en tanto que sujetos involucrados en el conflicto, es evidencia del reconocimiento del simulacro elaborado, dando paso a un conjunto de enunciados que sugieren la presencia de un lenguaje fuertemente emocional caracterizado por el desencanto. Así mismo, el conflicto mencionado, se ve impregnado por aspectos sensológicos que llevados a un espacio de análisis develan un escenario donde la teatralidad/ficción adquiere rasgos de veracidad.
Ante lo señalado, se llega a un primer acercamiento analítico: tanto el ente gubernamental como el gremio docente estadal, seguirán estando aferrados a las redes de un conflicto social, creado para construir un aparataje mediático donde la sospecha y las breves conquistas, son sólo una pírrica excusa para sostener reivindicaciones fabuladas desde un contexto local.
Como aspecto de cierre, se destaca la necesidad de ambos sectores de sentirse parte del simulacro holográfico, conscientes o no, ser parte de ese teatro ficción que los hace ocupar de manera alterna, los roles de víctima o victimario sin llegar a concretar una respuesta a las necesidades y reivindicaciones del colectivo, lo cual ratifica la idea de arraigo que signa el evento conflictual destacado.

6. Bibliografía

Alzuru, P., Estética y Contemporaneidad, Vicerrectorado Académico, Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela, 2011.

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Ury, W., Alcanzar la paz. Resolución de conflictos y mediación en la familia, el trabajo y el mundo, Paidós, Barcelona. 1999.


[Recibido el 21 de diciembre de 2014].

NOTAS

1 Federación Venezolana de Maestros (FVM) (2010). “Historia de la Federación Venezolana de Maestros”. [En línea:www.fvmaestros.org/historia.html]. p.4

2 The Carter Center. El Centro Carter y el proceso de construcción de paz en Venezuela. Junio 2002-febrero 2005. (2005). Accesible en: www.http//cartercenter.org/documents/2022.pdf. (noviembre de 2014)

3 J. Lopera, El lado humano del conflicto. Intermedio, Barcelona, 2006, p. 14.

4 A. Gutiérrez Socorro, Venezuela: renta petrolera, socialismo del siglo XXI y comercio exterior agroalimentario, FLACSO, Argentina, s/f, p. 18.

5 The Carter Center, El centro Carter y el proceso deconstrucción de paz en Venezuela. Junio 2002-febrero 2005, op.c., p. 4.

6 L. Lopera, El lado humano del Conflicto, op. c., p. 35.

7 P. Alzuru, Estética y contemporaneidad, op. c., p. 48.

8 D. Suárez, Conflicto social y protesta docente en América Latina. Estudio de caso: El conflicto docente en Argentina (1997 – 2003), Observatorio Latinoamericano de Políticas Educativas, OLPED, 2005, p. 7.

9 J. Boudrillard, Cultura y simulacro, Kairós, Barcelona, 1978, p. 12.

10 M. Perniola, La Sociedad de Los Simulacros, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1995, p. 9.

11 P. Alzuru, Estética y contemporaneidad, op.c., p. 75.

12 Ibídem, op.c., p. 78.

13 G. Debord, La Sociedad del Espectáculo, Revista Observaciones Filosóficas (Traducción de José Luis Pardo), Madrid, 1967, p. 4.

14 M. Perniola, La Sociedad de Los Simulacros, op.c., p. 101.




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