Revista Crítica de Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social


ISSN versión electrónica: 2173-0822


Jorge Sánchez de Casto Calderón, El único paraíso es el fiscal, Murcia, Isabor 2014, 163 págs.

Jesús A. Guillamón Ayala

Resumen: Este libro, cuyo autor es un abogado especializado en temas económicos y políticos, pertenece a la tradición del utopismo crítico de Bastiat y Molinari. Sin embargo, no plantea una utopía, sino un abigarrado estudio politológico que pivota sobre dos conceptos originales: el Estado caníbal y el Paraíso fiscal. En su opinión, la alternativa al totalitario Estado fiscal es una organización política mundial basada en una drástica bajada de los impuestos y en la configuración de Micro-Estados, herederos de la tradición del gobierno local.

Palabras clave: Estado, Paraísos fiscales, Constitución, Clase política.

Al leer el título del libro, y dejando a un lado su indiscutible originalidad (“El único paraíso es el fiscal”), puede pensar el lector que tiene delante un anodino alegato economicista acerca de los territorios “off-shore” o de casi nula tributación directa. Se equivoca, pues se trata de un conjunto de artículos elaborados durante casi dos años al hilo de la actualidad que suponen una cerrada defensa de la regeneración política y económica. El libro de Sánchez de Castro aparece en una nueva colección, “ideada” por Jerónimo Molina, director de la revista Empresas políticas, de la cual esta serie, rotulada “Nuevas Empresas Políticas”, está llamada a ser una continuación. Se echa en falta una explicación o justificación editorial de sus objetivos. No obstante, el editor ha recogido en exordio una cita procedente del Maquiavelo, de Valeriu Marcu, que resulta elocuente: “No te comprometas. Arréglate de nuevo todos los días. Cambia las resoluciones hora tras hora. Porque estos son tiempos demasiado confusos y demasiado poderosos para nuestros cerebros”. De alguna forma, “Nuevas Empresas Políticas” aspira a proyectar sobre un futuro siempre incierto unas pocas certezas políticas. Ese contraste creemos que también se sugiere muy sutilmente con la tipografía: los tipos comidos de “Empresas Políticas”, provinientes seguramente de una antigua edición del libro homónimo de Saavedra Fajardo, resaltan al lado de la tipografía moderna de “Nuevas”. Se anuncian en preparación cinco libros más: La derecha vieja, del politólogo gallego, especialista en el análisis económico de la política, Miguel Anxo Bastos; El gobierno del desgobierno, del profesor Dalmacio Negro, tal vez el más agudo pensador de la “Estatalidad”; Metapolítica, del sociólogo romano Carlo Gambescia, de la Fundación Einaudi; Realismo político, del politólogo chileno Luis R. Oro Tapia, y La teoría del Estado en España en el siglo XX, de Jerónimo Molina, título que parece un calco de la gran obra de J. A. Maravall sobre La teoría del Estado en España en el siglo XVII.
Un libro de estas características es un libro raro en España: parece extemporáneo, pero no lo es. Por otro lado, parece limitado a los problemas españoles, pero en realidad se eleva sobre el acontecer y plantea una crítica del status quo político a partir de dos categorías acuñadas por el autor: el “Estado caníbal” y, como contrapunto, el “Paraíso fiscal”. Hay que criticar a Sánchez de Castro que no haya tematizado in extenso esos conceptos, cuyo empleo crítico recuerda al uso que Bastiat le daba a ciertas nociones económicas en Les armonies économiques y, más tarde, también Molinari.
Al amparo del Estado Minotauro de Bertrand de Jouvenel y el Ogro Filantrópico de Octavio Paz, Sánchez de Castro caracteriza al Estado contemporáneo como una máquina de Poder diabólica y absurda en tanto en cuanto devora a los que le aseguran el sustento, esto es, todos los creadores de riqueza. Apoyándose en cada artículo en el análisis de concretas decisiones políticas demuestra que el Estado del siglo XXI ni es justo, ni igualitario, ni fomenta la seguridad, sino todo lo contrario. Y como remedio contra el Poder antropófago –y su tiranía fiscal– no propone una revolución bolivariana ni reformas que terminan en más Poder, sino su reducción drástica, es decir, el paraíso fiscal. El autor, aunque no lo declara, se coloca así en la línea de la genuina tradición política revolucionaria, que no tiene que ver con la subversión del orden ni con la ingeniería social, sino con la objeción fiscal.
Lo que hace de este libro un documento excepcional es que los contenidos del libro, ciertamente exóticos a juzgar por su índice (“De El hombre que mató a Liberty Valance a El Caballero Oscuro o cuando la aristocracia salva a la democracia”, “El Estado nos roba para evitar que otros lo hagan”, “De Shenzhen a Gibraltar”) se convierten en verdades evidentes al terminar su lectura. O lo que es igual, lo absurdo no resulta ser que España pueda convertirse en un paraíso fiscal, sino que lo auténticamente delirante es la situación política instaurada a la muerte de Franco. Así, los considerados por la clase política como poco menos que irrisorios (cuando no directamente asesinos) paraísos fiscales, en el libro que comentamos se demuestra que vendrían a ser una adaptación moderna de las ciudades-Estado renacentistas, refugios de libertad y prosperidad. Cuando el autor propone lo que parece ser una auténtica “boutade”, esto es, que el Campo de Gibraltar se convierta en un paraíso fiscal para lograr que el Peñón bajo soberanía británica vuelva a España, pone el ejemplo de lo ocurrido en Shenzhen (China) para demostrar que es la única solución realista. Sí, paradójicamente, el libro es un muestrario de “realismo político”.
Incluso establece los fundamentos jurídicos del paraíso fiscal que propone, basados en la jurisprudencia comunitaria del Tribunal de Luxemburgo, en absoluto coincidente con la vocación armonizadora de la Comisión Europea, sobre todo en materia tributaria. En este sentido, reivindica a las Comunidades Autónomas por permitir la competencia fiscal entre territorios, convirtiendo a alguna de ellas en lugares donde protegerse del Estado Caníbal y aventurando que si no hubiera Comunidades Autónomas toda España sería Andalucía. Curiosamente, la pluralidad de Comunidades Autónomas, homenaje alguna, o algunas de ellas, al despilfarro, puede tener una gran virtud, como viene señalando el politólogo M. A. Bastos: permite comparar precios, es decir, costes.
Por tanto, el libro no es un exabrupto que pretende epatar, sino una colección de ejemplos que demuestran la falta de idoneidad del Estado actual para resolver los problemas de la ciudadanía porque el problema se encuentra precisamente en el Estado. Así, desde el punto de vista del diagnóstico de la enfermedad el libro no aporta nada nuevo, pues a pesar de que el Estado sigue siendo el tótem del pensamiento político mayoritario, existe una corriente nada desdeñable que acusa a aquél de ser el responsable del desastre. En España es esta doctrina aquilatada en las filas del tradicionalismo, cuya limitación más severa es, tal vez, el ayuno de ciencia económica al que viven sometidos desde el siglo XIX. Sin embargo, la novedad de este volumen se encuentra en que ofrece un tratamiento al enfermo que no se había recetado con anterioridad, o al menos no de la misma forma, pues las soluciones economicistas clásicas obvian al Poder, mientras que aquí el autor utiliza la Economía Política (limitación de los ingresos y gastos del Estado), no para eliminar el Poder sino para reducirlo a su mínima expresión. Volvemos al realismo del que es deudor el libro. Y es que el autor parte de la Economía para adelgazar a la Bestia (primera parte del libro), pero quiere llegar a la Política no para matarla –lo político, dice Freund, es “eterno”–, pues le basta con que no vuelva a engordar.
Para ello, en la segunda parte del libro, Jorge Sánchez de Castro retrocede a las fuentes clásicas para ofrecer una alternativa absolutamente olvidada: un sistema de gobierno mixto.
Pocas veces podrán leer en tan breves páginas un alegato no contra la democracia, sino contra su uso indiscriminado. El autor gusta del sistema democrático, pero le quiere tanto que su afán es preservarlo para que no se convierta en pura demagogia. Y para ello prefigura un sistema donde el “aristos”, los mejores, contrapesan el populismo cotidiano.
El sistema mixto que sugiere el libro donde la democracia tendría que conciliar con los elementos aristocráticos de la sociedad las decisiones que afectan al bien común supone una auténtica revolución en el paradigma político dominante en un país donde la democracia es la religión del pueblo. En este punto, la crítica que hace el autor al concepto de voluntad general deja en evidencia la nula representatividad de nuestro sistema político, para mostrar de esa manera que la democracia a todas horas y por cucharadas no es una medicina curativa sino el crecepelos fantasmagórico de políticos cuatreros.
¿Cuál sería el sistema mixto preferido?, ¿quizá la Venecia renacentista, modelo de gobierno aristotélico-polibiano?, ¿quizá la republicana y popular Florencia? No se entra éstas disquisiciones, dejando entrever que el sistema mixto que propugna no es una utopía, ni siquiera un ideal, sino un instrumento válido para evitar que los demagogos aneguen la democracia en un vil populismo. Por lo demás, toda forma política es accidental y, no pocas veces, sobrevenida.
Un régimen de gobierno mixto constituye una solución política para hacer frente a las difíciles circunstancias que la perversión democrática han provocado en nuestro país, siendo posible imprimirle tanto un sesgo aristocrático como otro democrático sin que pierda su función esencial de dique contra la demagogia. En último análisis podría decirse que toda forma de gobierno es oligárquica –últimamente han insistido en ello Dalmacio Negro y Jerónimo Molina; antes lo hizo Gonzalo Fernández de la Mora en un texto fundamental: “La oligarquía como forma trascendental de gobierno”– y, por necesidad, mixta. No hay regímenes puros.
Aunque ya hemos dicho que el libro esencialmente tiene dos partes, se intercala en él algún texto sobre la actualidad que pretende ofrecer explicaciones plausibles sobre lo que aparentemente no lo tiene. Sus interpretaciones del “caso Urdangarín” son realmente curiosas, llegando a argumentar jurídicamente por qué la Infanta no debería ser imputada. Ofrece una visión del referéndum catalán y de la forma de evitarlo que jamás se me habría ocurrido y que en ningún caso les desvelaría en esta reseña. También tiene un indudable interés su opinión de por qué los españoles son mansos, por qué no se revelan políticamente… Con todo, el autor no se rebaja a oficiar de comentarista de la realidad, examinando el asunto, digamos, desde “el punto de vista de Sirio”.
Sánchez de Castro no es un profesional de la política ni de la Universidad, ni un “intelectual”, quizás por eso se permite el lujo de poner en evidencia a la casta política –en el sentido clásico de Michels, Mosca y otros teóricos neomaquiavelistas– pero también a la cultural que predijo el fin del euro ignorando que las burbujas económicas son la política económica fundamental del Estado Caníbal. Quizás también por ser un desclasado académico el autor toca temas delicados con un lenguaje clásico, pero lleno de ironía, incluso de sarcasmo.
Si los temas son tratados con suma seriedad –solía decir Oliveira Salazar que la política es la “seriedad de la vida”–, el tono del libro no lo es, pues desde la introducción se nos anuncia que el libro versa sobre “el mayor espectáculo del mundo”, que desde hace años dejó de serlo en España el circo para ocupar su trono la política bufa. Y contagiándose de la materia que trata, Sánchez de Castro nos va conduciendo con un estilo poco frecuente, lleno de chispas de ingenio, por un camino donde lo peor no es la llamada “clase política”, sino el sistema que la fabrica y perpetúa. La mejor réplica y hasta la alternativa a todos los “Podemos” se concentra en este breve tomo de espíritu panfletario y vocación rupturista. Llegará lejos. [Recibida el 20 de junio de 2014].



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